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EN TRÁNSITO

Eduardo Jordá

Tecnopolítica

MIENTRAS veía el debate entre Rajoy y Rubalcaba -sí, sí, ya lo sé: todos estamos hartos del debate-, miles de ordenadores interconectados realizaban millones de operaciones bursátiles que no habían sido ordenadas por una mente humana consciente de sus actos, sino por un complejo sistema de algoritmos y estadísticas que buscaba la máxima rentabilidad y los mínimos riesgos de cada operación, así que ejecutaba las operaciones en microsegundos en función de millones de factores interrelacionados. El sistema, o lo que sea, se llama high-frequency trading y está muy extendido, según he leído, entre las firmas de contratación a alta velocidad.

O sea, que mientras Rubalcaba demostraba que era el único ciudadano de este país que se había leído el programa electoral del PP (un programa que ni siquiera Mariano Rajoy parece haberse leído), una especie de motor de búsqueda al estilo Google, sólo que adaptado al mundo de las finanzas, se dedicaba a comprar y vender acciones de empresas de telecomunicaciones, y toneladas de oro y cobre, y grandes remesas de soja y de plátanos, o factorías de acero o de lencería o caucho que estaban en la India y en México o en Birmania, sin que ningún ser humano pudiera decidir esas operaciones, que ya sólo dependían del capricho informático que guiaba las decisiones de una monstruosa conciencia artificial. En cierta forma era como si la computadora Hal de la película 2001 de Kubrick, aquella computadora que un buen día empezaba a sentir angustia por su inminente desaparición física, empezara a trabajar un buen día en un banco de inversiones. Eso sí, sin haber pasado por el trance semihumano, o casi humano, de sentir un atisbo de conciencia en algún punto inconcreto de sus circuitos integrados.

Lo digo porque aún nos preguntamos quién ganó el debate del lunes, y qué candidato está más capacitado para gobernar este país, cuando en realidad vivimos en un mundo en el que ya es casi imposible tomar decisiones que controlen los acontecimientos y que de alguna forma ordenen la realidad al modo que nos convenga o nos parezca más oportuno. Durante siglos la mente humana ha sido capaz de crear una tecnología que podía ser mortífera pero que también era útil para mejorar la vida, y así descubrimos la bomba atómica y luego la quimioterapia. Ahora, en cambio, hemos inventado una tecnología tan compleja que anula nuestra capacidad de actuar de forma razonada y acaba haciendo inservible a la propia inteligencia humana que la ha creado. Y es muy difícil gobernar ese mundo incontrolable, ya sea con inteligencia o sin ella, o con un programa político u otro. Y ni siquiera el sentido común tiene mucho que hacer en el mundo del high-frequency trading. ¿O sí?

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