ESTAMOS todos con los adentros encogidos y la indignación por las nubes. Las escenas que se desarrollan en las fronteras que separan el primer mundo del resto no son para menos y ya cada telediario se supera respecto al anterior. Y, claro, ese drama hace que nos invada una sensación de mala conciencia que nos hace más insufrible la vida en este valle de lágrimas cada día más triste. La vieja Europa ya no es esa puta ajada con que fue calificada en entreguerras, sino paño de lágrimas como Eldorado inexistente. Y esa mala conciencia que nos acongoja bien debiera dar paso a un golpe en la mesa que fuese el toque de cornetín para evitar que esos desgraciados tengan que abandonar sus casas. Es urgente que este primer mundo tome conciencia de que el mal hay que erradicarlo en origen, que recursos hay para hacerlo, ¿o es que también nos hemos quedado sin recursos?
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