Palabra en el tiempo

Alejandro V. García

Temeridad

NO entiendo la alegría con que el PP despacha los diferentes frentes abiertos en política internacional, una alegría que roza la temeridad y, por extensión, la demagogia. Miedo me da si su actuación, en caso de gobernar España, fuera tan maquinal e instintiva, tan brutal y "coherente". Dice Dolores de Cospedal, la secretaria del PP, que la falta de firmeza ha convertido a España en una presa fácil. "En política exterior estamos dando un espectáculo lamentable, la falta de una posición coherente y firme puede hacer pensar que España es una presa fácil a organizaciones terroristas; la política exterior del Gobierno nos lleva a situaciones como ésta". Y cita a continuación el asalto al Alakrana (que se pudo resolver también a tiros, claro); el secuestro de los cooperantes españoles en Mauritania (que se podría remediar mandado a nuestros cazas a bombardear objetivos de Al Qaeda o rompiendo relaciones con los países islámicos, quién sabe); los conflictos con Gibraltar (que un tiroteo desde el mar, un cierre de fronteras o una declaración de guerra solventarían de inmediato, como se solventa estos asuntos en las buenas películas), y, en fin, el caso de la activista saharaui Aminatu Haidar.

Este último caso en particular me deja perplejo. Primero por incluirlo dentro de los "chantajes" de los filoterroristas que sufre España a causa de sus debilidades (lo que ya presupone una solución extra diplomática) y, segundo, por considerarlo un problema exclusivamente español y no un conflicto que implica a Marruecos, al norte del Magreb, a la ONU y la comunidad internacional. "El origen del conflicto es una acción errónea de las autoridades españolas por incumplir sus propias leyes", concluye Cospedal con esa frescura de juicio que a mí, en particular, me deja helado.

Es decir, el origen de la huelga de hambre de la activista se reduce a un error administrativo de la autoridad española que le permitió volar sin pasaporte hasta Lanzarote, encerrarse en un cubículo del aeropuerto y dejar de comer. El análisis de Cospedal salta la arbitraria invasión del Sahara por parte de Marruecos; el acoso a los saharauis; el incumplimiento de las resoluciones de la ONU sobre el referéndum; la situación inhumana; las vergonzosas componendas de la comunidad internacional para no perturbar las atropellos de Marruecos, etcétera. Todo se reduce a un permiso, a un error. Y así el PP se ahorra entrar en vidriosos detalles. A mí, repito, me intranquiliza semejante simpleza en políticos que tienen al alcance de la mano gobernar España. En particular si tenemos en cuenta las dos acciones diplomáticas extremas (¿se puede decir así?) que nos dejó en herencia Aznar en disputas semejantes: la toma de Perejil y la guerra de Iraq.

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