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Crónica Personal

Tensiones en el Gobierno

A un mes de formar un Ejecutivo en el que hay dos bloques bien diferenciados, aparecen discrepancias. No son graves pero es sintomático que sean en tan breve espacio de tiempo.

Tensiones en el Gobierno

Tensiones en el Gobierno / Chema Moya (Efe)

En público, todo es concordia, sonrisas y gestos de amistad. En privado, chirrían algunos engranajes. En el Gobierno de Sánchez hay dos bloques diferenciados: el del PSOE con algunos independientes y el de Podemos. La idea generalizada es que todo estaba suficientemente atado en el acuerdo de coalición como para que no saltaran chispas. Sólo una convocatoria electoral podría provocar una ruptura, como en gobiernos regionales y municipales a las que los partidos se presentarían con sus propias listas y por tanto convenía a ambos marcar distancias. Sin embargo, a un mes de formar Gobierno, aparecen discrepancias. No graves, pero es sintomático que sean en tan breve espacio de tiempo.

Un ex miembro del Ejecutivo socialista explica muy bien cómo funciona un Gobierno. Lo ha vivido en uno monocolor, no de coalición. El Ejecutivo no dirige la acción diaria de sus ministros, excepto en lo relacionado con Defensa, Política Exterior e Interior, ministerios llamados de Estado y en los que no se pueden cometer errores porque sus consecuencias pueden ser graves. Nombra y cesa a los ministros, les comunica las directrices generales e interviene cuando un conflicto entre ministros puede provocar inestabilidad interna. Pero el que coordina la acción de Gobierno es el vicepresidente, o los vicepresidentes si el presidente decide tener dos, habitualmente uno para la acción económica. Y cuando los problemas son entre los vicepresidentes intenta solucionarlo el jefe de gabinete del presidente. Sólo interviene el presidente si tampoco el jefe de su gabinete consigue que haya concordia y paz entre los número dos.

Eso significa que para un Gobierno es mejor que haya un vicepresidente que dos, a no ser que tengan sus áreas perfectamente definidas y cada uno respete la de su compañeros; pero significa también que un Gobierno como éste, con cuatro vicepresidentes, uno de otro partido, que además hasta hace tres meses provocaba una profunda inquietud en las filas socialistas y en el propio presidente, tiene que hacer un ejercicio diario de contención para que no se produzcan problemas. De hecho, los ha habido. Los está habiendo.

Desde el primer día se rumorea que las relaciones de Calvo e Iglesias no son las mejores. La primera intenta pisar tan fuerte como cuando era vicepresidenta única y el segundo quiere hacer valer la coalición. Eso dice la rumorología, pero si existe rivalidad no han trascendido discusiones o choques entre ellos. Sí entre ministros.

Política de Defensa

Marlaska dirige un ministerio sensible para Podemos y hay diferencias públicas. El Gobierno asumió las devoluciones en caliente para los inmigrantes ilegales e Iglesias reaccionó negándolas porque así se había pactado en el acuerdo, más abierto a la aceptación de inmigrantes. El secretario de Estado para la Seguridad declaró que las devoluciones inmediatas era la posición oficial del Ejecutivo, acordada además por la UE y sus políticas de inmigración.

Segundo foco importante de discrepancia es el independentismo. Desde antes de formar Gobierno, Podemos defendía el derecho de los catalanes a la autodeterminación y al referéndum. Ahora, con Sánchez necesitado de que los presos vivan en libertad o semilibertad para garantizarse así su apoyo parlamentario, Podemos quiere que el Ejecutivo aborde una reforma del Código Penal para rebajar la condena por sedición, pero los ministros socialistas, con Sánchez a la cabeza, tras analizarlo, prefieren otras fórmulas a través de los jueces de vigilancia penitenciaria, porque reformar la sedición supone un proceso parlamentario que se alargaría en el tiempo y existen problemas técnicos que podrían impedir que el preso que les interesa, Junqueras, pudiera ser beneficiado por esa reforma al estar ya condenado.

En Defensa ha provocado recelo la decisión de Sánchez de incorporar a Iglesias a la comisión del CNI. No están seguros de que sea una buena idea, pues los servicios de Inteligencia e Información trabajan con la necesidad de una confianza absoluta respecto a sus interlocutores, y de primeras no la tienen en un vicepresidente de su trayectoria, con un historial en el que cuenta con relaciones internacionales poco recomendables para quienes, entre otras funciones, están obligados a hacer un seguimiento exhaustivo de las actividades de gobiernos extranjeros cuyas decisiones afecten a intereses españoles. No ayuda en las reticencias entre militares que el jueves Podemos se abstuviera en la votación sobre la adhesión de Macedonia del Norte a la OTAN, calificando a la organización atlántica de "expansionista" y de mantener posiciones de "confrontación". Actitud la de Podemos que tiene mala "venta" en la OTAN cuando el presidente o su ministra de Defensa pretendan hacer valer el sentido de Estado de sus socios de Gobierno.

Feminismo disparatado

Podemos es consciente de que los ministerios que ha recibido han sido "vaciados" de sus competencias más importantes. Yolanda Díaz, con inteligencia, busca la manera de trabajar para que Trabajo tenga peso, mantiene buenas relaciones con Calviño y Montero y ha aceptado sin complejo que la abolición de la reforma laboral de Rajoy es mejor que se convierta en reforma de la ley de reforma. Garzón, en cambio, con un ministerio inventado para él, Consumo, apenas tiene más competencias que las del juego. O al menos el ministro no ha tenido más dedicación que promover regulaciones al respecto. Pero lo ha hecho sin contar con profesionales ni asesores y las propuestas se las han tumbado sus compañeros del área económica, que le han hecho ver que para llevar ese ministerio debe conocer la cantidad de dinero que ingresa el juego en las arcas públicas, y que está bien que se proteja a menores o a ludópatas... pero sin cargarse un sector de gran importancia económica.

Sin embargo, es la ministra Irene Montero la que, en privado, acumula más críticas de los socialistas, concretamente de las mujeres. No han gustado sus nombramientos, eligiendo como máximos cargos a dos conocidas activistas del colectivo LGTBI, muy cuestionadas en los últimos tiempos. Con Montero a la cabeza, su ministerio ha dejado de lado la promoción de la mujer, lucha histórica del PSOE, para volcarse en la promoción de los colectivos gays, lesbianas, trans o el queer, que prácticamente deja la identidad sexual como una elección sin tener en cuenta la biología ni las inclinaciones afectivas. Y que no lucha por promover iniciativas que igualen de forma activa los derechos de mujeres y hombres.

No ha ayudado a potenciar la imagen de la ministra el vídeo de su cumpleaños, que mencionan las mujeres socialistas con preocupación. Los calificativos que utilizan, desde ridículo a vergonzoso, hacen pensar que puede ser Montero la que provoque que los socialistas más sensatos exijan que se obligue a los ministros de Podemos a que se tomen su trabajo con seriedad. Porque lo contrario perjudica al presidente, que consiente políticas y posiciones disparatadas.

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