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La tribuna

manuel F. Sánchez Blanco

Teoría del chismorreo

ESE programa basura que a muchos entusiasma, esas revistas del corazón llenas de personajes famosos y famosillos, esas tertulias televisivas tan chillonas e insoportables (para algunos) y otros muchos ejemplos de la banalidad y la imbecilidad humana, resulta que constituyen una de las razones más poderosas del éxito de la especie Homo sapiens (a la que pertenecemos) en su dominio del planeta.

La cosa tiene guasa, pero no estoy de broma. Parece ser una de las hipótesis más fiables de la explicación de ese éxito. Se le llama Teoría del chismorreo, y en verdad no hace falta remontarse a nuestros ancestros africanos para empezar a creer en ella. Basta con ver cómo hoy en día pasamos la mayoría de nuestro tiempo ocupados en comunicarnos cosas inútiles, en chismorrear unos de otros o en intercambiarnos fotografías y vídeos de nuestros más estúpidos actos (Whatsapp, Facebook, e-mail, etcétera).

Trataré de explicar a continuación las razones de tan asombrosa afirmación. Es cosa sabida que el lenguaje fue nuestra gran conquista, pero también lo tienen casi todos los animales en mayor o menor grado. Pero ninguno de ellos evolucionó, de un modo inexplicable y asombroso, hacia la flexibilidad que nosotros adquirimos (las últimas investigaciones apuntan hacia la cocción de alimentos, que a su vez fue posible tras el dominio del fuego). Así, gracias a esa bendita flexibilidad, podemos combinar un número limitado de sonidos y señales para producir un número infinito de frases, cada una con un significado distinto. De esta forma, podemos almacenar y comunicar una cantidad de información prodigiosa acerca del mundo que nos rodea.

Somos ante todo animales sociales. La cooperación social es la clave para nuestra supervivencia y reproducción. Ello nos llevó a intercambiar información no sólo de los peligros que nos acechaban, o dónde buscar nuestra comida diaria, sino, y aquí está la clave del asunto, de en quién podemos confiar, quién es bondadoso y solidario, quién es malvado y cruel o un vago irredento.

Dice Harari (profesor de Historia de la universidad hebrea de Jerusalén): "¿Acaso cree el lector que los profesores de Historia charlan sobre las razones de la Primera Guerra Mundial cuando se reúnen para almorzar, o que los físicos nucleares pasan las pausas para el café de los congresos científicos hablando de los quarks? A veces. Pero, con más frecuencia, hablan de la profesora que pilló a su marido mientras la engañaba, o de la pugna entre el jefe del departamento y el decano, o de los rumores según los cuales un colega utilizo sus fondos de investigación para comprarse un Lexus".

Lo que realmente hacemos al chismorrear es algo absolutamente definitivo: ¡transmitimos información acerca de cosas que no existen! Pensemos en las matemáticas, la filosofía, la teología. Pensemos en las leyendas, los mitos, los dioses, las religiones. Se harán tan importantes para nosotros que llegaremos a confundir la realidad mostrada por nuestros sentidos con la ficción. O mejor dicho, uniremos a nuestra realidad inmediata nuestras ficciones y creencias.

De nuevo, en palabras de Harari, hemos podido urdir mitos comunes (la capacidad de imaginar de modo colectivo), como la historia bíblica de la creación, el poder supremo de los dioses, los mitos nacionales comunes que fundamentan los estados y muchos otros. Esa cooperación flexible con un número incontable de extraños remata la polémica teoría del chismorreo.

Y aquí viene la bomba para la que quizás no estemos preparados, nos sea muy difícil de aceptar, o simplemente no la creamos: "No hay dioses en el universo, no hay naciones, no hay dinero, ni derechos humanos, no hay leyes ni justicia fuera de la imaginación de los seres humanos" (Harari). Todo fue inventado, todo se fue conviniendo con el fin de controlar los grupos de humanos cada vez más numerosos. Hubo que hacerlo porque la situación podía descontrolarse. La historia de la humanidad ha dado y sigue dando muchos ejemplos de este descontrol. Fuera de nuestra imaginación sólo queda la naturaleza hostil y cruel, pero también hermosa, donde nos encontramos como una especie animal más que somos exterminadora e implacable.

He de confesarles, que creo que voy a retirar lo de "programas basura" o lo de "tertulias chillonas", porque están bastante lejos de las conquistas racionales y espirituales a las que llegaron nuestros antepasados (Grecia, el derecho romano, la ciencia islámica, la Ilustración, el Renacimiento, la aparición de las ciencias modernas, las meditaciones transcendentes, la búsqueda de Dios…), si bien es verdad, que sus protagonistas se encuentran en los primeros pasos del asunto. Aunque ahora nos parezca del todo imposible, no pierdo la esperanza que algún día Belén Esteban o un tal Jorge Javier y compañía pasen del "Y tú te acostaste con mi marido, ¡bruja!" al "¿existirá vida después de esta vida? Por apuntar alguna idea.

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