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EL PSOE ha tenido la mala ocurrencia de hacer de la necesidad vicio en vez de virtud. De un partido tan experimentado y diestro en el manejo de los tiempos políticos no podía esperarse una gestión tan pésima de la operación de relevo de su principal alcalde en Andalucía (y el segundo en España, tras Barcelona).

Me refiero, claro es, al caso del Ayuntamiento de Sevilla. Decidido desde hace meses que Alfredo Sánchez Monteseirín no volvería a ser candidato en 2011, la lógica aconsejaba a los socialistas materializar el relevo con dos asuntos ya resueltos, a saber, el futuro del propio Monteseirín y la designación de su sustituto. Ninguno de los dos está despejado, sino todo lo contrario.

Para colmo de males, la noticia de la no renovación de su candidatura se oficializa al día siguiente de hacerse pública la condena de dos socialistas colaboradores del alcalde por un caso de facturas falsas, uno de los episodios de corrupción que salpican su mandato. De modo que el panorama socialista en Sevilla se presenta tal que así: frente a un Partido Popular crecido, que ya ganó en votos las elecciones de 2007, tenemos un PSOE deteriorado, sin candidato claro -bueno, ni claro ni oscuro: sin candidato- y con un alcalde cabreado por la forma en que tiene que salir del cargo y al que se le pide, además, que permanezca quince meses al frente de un Ayuntamiento sin presupuesto y embarcado en operaciones muy polémicas.

Los norteamericanos inventaron la terminología. El pato cojo (lame duck) es el político que se encuentra en el tramo final de su mandato, con el sucesor ya elegido y sólo a la espera de que éste tome posesión. Sánchez Monteseirín lo es en cierto modo. No tiene aún sucesor, pero es consciente de su caducidad a fecha fija y esclavo de su provisionalidad. Será alcalde legítimo hasta el final, pero sabe que nadie, ni propios ni extraños, va a hacerle caso. Administrar esta derrota durante más de un año debe ser muy complicado, especialmente cuando parece haberse frustrado su idea inicial de nombrar él mismo a alguien de su equipo como heredero y convivir ambos en una transición sin traumas. No va a poder ser.

Veremos cómo se comporta este pato. Conociendo su trayectoria no lo veo yo, sinceramente, alborotando el estanque y poniendo chinitas a quien va a sustituirle como alcaldable y a quienes tienen la ardua tarea de designarlo, ni creo que vaya a dar motivos para que le fuercen a trabajar de inspector médico del Servicio Andaluz de Salud (por cierto, dicen que no hay plaza vacante en la provincia de Sevilla). Lo que sí veo es que probablemente los socialistas, con esta impericia, pueden haber dilapidado sus escasas opciones de resistir en la capital andaluza. Depende.

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