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La ciudad y los días

carlos / colón

Tiempo de amar

EL trabajo es el segundo o tercer bien mayor de esta vida. Pues con buena novedad nos viene usted ahora. Eso ya lo escribió el argentino Rodolfo Sciamarella hace un puñado de años en su vals Salud, dinero y amor que estrenó Carlos José Pérez Charlo y en España popularizó en los años 40 Julio Martel, como nos recordó Martín Patino en Canciones para después de una guerra. La novedad que les propongo es cambiar dinero por trabajo (tienen que ver, pero no son lo mismo) y dejar abierta la posibilidad de darle prioridad sobre la salud. Tal vez sea un error valorar más la salud que el trabajo. La ausencia de salud hace sufrir y mata. Pero sólo a uno mismo, porque afortunadamente ya no se da aquello de "se llevó la llave de la despensa". Mientras que la carencia de trabajo, además de mustiar y a veces provocar la terrible enfermedad de la depresión, afecta a toda la familia.

Tras sustituir dinero por trabajo, y ponerlo por delante de la salud, altero más gravemente el orden de la canción al anteponer el amor al trabajo y a la salud. Porque tenía razón San Pablo: sin amor no soy nada. Amor, se entiende, en el sentido más profundo y abarcador de la palabra, que ya nos advirtió Joan Baez que cuando se la manosea y trivializa "amor es sólo una palabra de cuatro letras".

Viene la cosa a cuento de que se acabaron los días de Navidad y sus breves tiempos de vacación. Y de que, si se viven bien, estos días de vacación o las horas libres que le podamos arañar a cada jornada laborable son el tiempo fundamental del amor. Es decir: lo más importante. Existe también amor al trabajo gustoso y bien hecho. Pero es un privilegio reservado a unos pocos elegidos. El tiempo de los afectos es el tiempo libre. Su opuesto es el tiempo de la producción. Producción no alude, en el uso actual de la palabra, a trabajo gustoso. Lo hace a ese trabajo precario o neoesclavista en su sobrecarga y su libertad de horarios que, desgraciadamente, hoy es el bien por el que suspiran millones de parados: mejor ser galeotes que ahogarse en el mar del paro.

Producir para consumir. Consumir para estimular la producción. Como mulos ciegos uncidos a una noria. ¿Y el tiempo del amor? Hay que luchar por él. Y después hacerlo para que este tiempo sólo nuestro y de los nuestros -el tiempo libre diario, semanal o vacacional- no sea también colonizado por el consumo y la bárbara estupidez que tanto le conviene fomentar.

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