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La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Tiempo perdido, víspera del gozo

¡Cuántas magdalenas ofrece Sevilla para recuperar el tiempo perdido y soñar el venidero!

Sólo han pasado cuatro días de la Cabalgata y tres de la mañana de Reyes. Pero al fundirse en la memoria con todas las Navidades, las cabalgatas y las mañanas de Reyes vividas parecen tan lejanas como las más antiguas que recordemos. En la clara y fría mañana de ayer vi el tránsito de los tiempos de la ciudad escenificado en San Nicolás. En los extremos del largo y rectangular expositor de convocatorias que está junto a la puerta lateral, como si quisieran alejarse para representar la breve duración que los separa pero los tiempos tan distintos que representan, estaban pegadas las del quinario del Gran Poder y la novena de Pasión. Y sobre ellas aún colgaba la pancarta que anunciaba el Nacimiento expuesto en la iglesia.

Era como una alegoría que representara a la vez el principio y el fin de la Navidad y el inicio de la andadura hacia luz nazarena con el pasito corto con el que el Señor de Pasión va de su capilla a su altar de novena. Al seguir camino de la Puerta de la Carne y pasar ante la fachada de la parroquia los azulejos de la Candelaria y el Señor de la Salud daban su pregón cerámico del Martes Santo y la calle San José pedía altos candelabros con piñas de claveles. Porque esta calle, como tantas otras de Sevilla, parece abierta por la erosión, año tras año, de la larga torrentera morada, negra y oro de la cofradía de San Bernardo. Y guarda memoria todos los días del año de lo que en ella sucede -¡tan brevemente pero dejando tan profunda huella en la memoria!- esa tarde única entre todas las tardes y ese miércoles único entre todos los miércoles de esa semana única entre todas las semanas.

No escribo de eso a lo que ahora llaman tantos Semana Santa, y que tan poco tiene que ver con la mía, sino de sus huellas en la memoria y en Sevilla, de su recuerdo y su anticipación, de su capacidad para definir espacios de la ciudad a lo largo de todo el año en una soledad y un silencio tan perfectos como los de las primeras horas de esta mañana helada y clara de principios de enero en la que al pasar ante San Nicolás veo representados el tiempo recién pasado y anunciado el que ha de venir. ¡Cuántas magdalenas ofrece Sevilla para recuperar el tiempo perdido y disfrutar el venidero! No debe ser del todo casual que fuera Pedro Salinas, el gran traductor de Proust, quien llamara al libro en el que guardó sus recuerdos sevillanos Víspera del gozo.

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