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Tigres de papel

Convertirte en enemigo es mala jugada si se descubre que sólo eres un tigre de papel

En estos días de recuento del año ya pasado hay que hacer un esfuerzo para que la cuestión catalana no llene con su presencia todo lo sucedido. Pero habrá que poner un empeño aún mayor para evitar que no domine también la vida cotidiana de todos los españoles del año en que ya estamos. Por fortuna, hay algunos factores que anuncian un cambio en la orientación de los acontecimientos. Primero, se ha visto claro, muy claro, que los radicales (no los votantes) separatistas no quieren quedarse en el papel de adversarios políticos: llanamente se han pasado al de enemigos. Es decir, rompiendo la baraja, han querido establecer otras reglas de juego, impuestas sólo por ellos mismos. Para lo cual, como mínimo, hace falta otra preparación política e intelectual, y han dado la impresión de no tenerla. Eso supone que, aunque continúen cabalgando, el supuesto prestigio que ingenuamente (desde fuera) se les había atribuido, se ha venido abajo. Durante unos meses dieron miedo, porque parecía que el porvenir de toda España estaba en unas calculadoras manos que todo lo tenían previsto a su favor. Pero como escribían en sus tratados los teóricos chinos de la guerra, convertirte en enemigo es mala jugada si se descubre que sólo eres un tigre de papel. Y muchos tigres de papel pululan por la tribu separatista y han puesto al descubierto sus carencias de ideas más allá de alimentar, a corto plazo, un feroz odio cívico entre los propios catalanes. Y, sobre todo, como también dirían los teóricos chinos, les ha faltado una mínima estrategia. Se han contentado con pensar que los otros retrocederían asustados, temerosos ante el pavor desconocido de un primer enfrentamiento.

Pero no ha sido así, los otros han perdido miedo, y a la clerigaya independista se les ha diluido el prestigio supremacista que se atribuían. Con todo, hay aún otro síntoma más para el optimismo (y del se habla poco). En los últimos meses, varias agrupaciones constitucionalistas, surgidas espontáneamente desde dentro la sociedad catalana, han cobrado vida y vigor, aunando sus iniciativas con esfuerzo impagable de la Sociedad Civil Catalana que, al organizar las dos recientes manifestaciones otoñales, dio un vuelco a la deprimida situación existente y creó el mejor caldo de cultivo para las elecciones del 21 de diciembre y para el triunfo de Ciudadanos. Esta vez, la movilización civil ciudadana se convirtió en el resorte decisivo para descabalgar a los tigres de papel. Y mientras tanto, el Partido Socialista de los catalanes perdido en la nebulosa de su equidistancia.

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