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Julián Aguilar García

Abogado

Tirando agua

Un poco de incomodidad incluso puede ser bueno para esta sociedad hiperacomodada

Llevamos meses viendo cómo las reservas de agua en los embalses se reducen progresivamente hasta estar muy por debajo de lo habitual y, ni que decir tiene, de lo deseable. Meses en que se nos ha advertido del riesgo de tener que sufrir cortes o restricciones en el suministro, quizás impidiendo su uso para determinados fines. Parece que desde que tenemos cambio climático la sequía puede ser tan pertinaz como en los tiempos del innombrable, de quien no diremos que hay que agradecerle la promoción de embalses de los que ahora nos beneficiamos porque, como todo el mundo sabe, tenía cuernos y rabo y por tanto no pudo hacer nada bien (eppur si muove...) y para que no me imputen algún delito.

Parece difícil objetar a las restricciones o cortes de suministro si falta agua o en previsión de que pueda faltar. Es lógico y hasta obligado que se adopten esas medidas y un poco de incomodidad incluso puede ser bueno para esta sociedad hiperacomodada con inflación de derechos (asumidos o vendidos como tales, sin serlo realmente, para así generar demanda de consumo o resentimiento si no hay satisfacción. Pero me estoy perdiendo y les estoy liando).

Como digo, si hay que aceptar cortes de agua porque no llueve, sea. Hágase. No seré yo quien se queje, ... siempre que esas restricciones (que no son sólo la incomodidad de que hablaba más arriba, sino que pueden suponer limitaciones para la actividad agrícola o industrial, por ejemplo, algo bastante más serio que no poder ducharse algún día a la hora que más nos apetezca o no rellenar la piscina) sean realmente necesarias porque pese a todos los esfuerzos no hay otra opción.

Lo que me molesta (aun más, me indigna) es que a la persistente falta de lluvia (la climatología debe ser de derechas, qué insolidaria y desagradable) se una lo que parece ser una no menos persistente falta de planificación y de diligencia.

Es fácil opinar desde la barrera (perdón por la terminología taurina, siglos de barbarismo inculto son difíciles de olvidar, que se lo digan a Lorca o a Picasso), lo sé. Puedo estar siendo injusto y acaso hasta equivocarme, que como no me llamo Sánchez puede que yerre alguna -infrecuente- vez. Pero tengo para mí que en el tema del agua, uno de los cuatro o cinco más importantes de los varios que están por resolver en España, hay mucho que se puede hacer y no se hace. En dos frentes.

Uno es el de aumentar y mejorar las infraestructuras. ¡Pero hombre, Aguilar, mira que proponer más embalses, trasvases o depuradoras! ¿Cómo vamos a hacer una obra que pueda dañar el hábitat del petiverde albipicudo?

Otro, el de mantenimiento de las infraestructuras existentes. No nos va el trabajo sobrio que no permita fiestas inaugurales. Sea limpiar el monte durante el invierno o desatascar alcantarillas en verano.

Hago aquí un serio aviso a nuestros poltroneros: me niego a no poder lavarme la calva a la hora que me dé la gana mientras se pierda casi el 20% del agua por mal mantenimiento de las conducciones. Dicho queda.

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