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Tocado por una santa y una estrella porno

Curiosas coincidencias. El ex padrino del crimen organizado en EEUU y el primer estadounidense canonizado por la Iglesia católica tienen algo en común con Sevilla

EL ex padrino del crimen organizado en EEUU y el primer estadounidense (de nacimiento) canonizado santo por la Iglesia católica tienen algo en común con Sevilla. ¿Qué? Este menda, vuestro guiri servidor.

Para mí, los extremos de una cultura son los que mejor la explican y las personas son las que mejor representan estos extremos. Quizás porque algo de Paul Castellano, alias Pablito Grande, y Elizabeth Ann Seton, Madre Anna, me han tocado literalmente, son éstos los personajes reales que, de la cultura en la que me crié, mejor me definen la cara y la cruz de la naturaleza de mis paisanos.

Consideremos primero la cruz. La mansión de Pablito Grande se situaba en Todt Hill, el barrio más adinerado y elegante de Staten Island, Nueva York, mi municipio natal. Su residencia, construida, según sus instrucciones, al estilo de la Casa Blanca, nos proporcionaba a los estatenisleños tanto orgullo y quizás seguridad como su referente. Se acabó la fiesta el 16 de diciembre, 1985, cuando el capo de tutti capo fue matado a tiros en su coche, junto con su chófer, delante de su guarida predilecta, Sparks Steak House, en Manhattan. Por aquel entonces yo tenía 17 años.

Siete años después, en la universidad pública de Staten Island, en una clase de redacción, tuve como alumna a una nieta de Pablito Grande. Tenía un aspecto gótico. Le encantaba el heavy metal. Un día, quizás intentando mostrar su lado más tierno, me entregó, como ensayo personal, un texto sobre su cachorrito. Yo era un profesor joven, todavía aprendiendo a tener tacto, y critiqué su texto, en atención a todos, como "empalagosamente sentimental". Tuvo su efecto. No volvió más ni a mi clase ni a la Universidad. Resultó que no nos necesitaba. Triunfaría como Jasmin St. Clair, the people's porn star (la estrella porno del pueblo), por haber hecho, entre sus más de cien películas, una en la que batió el récord de hombres tomados en un solo día.

Sigue siendo una estrella después de más de 15 años de nadar con tiburones. Me pregunto si su abuelo, al que lo cepillaron, al menos en parte, por oponerse a que la mafia se metiera en "iniciativas inmorales", como los narcóticos y la pornografía, sentiría orgullo o asco por la sangre fría de su nieta que llegó a la cima de su profesión aprovechándose, no dejándose aprovechar.

Pasemos a la cara. Elizabeth Ann Seton ya tenía cinco hijos y era viuda cuando, un día, pasando por la iglesia de San Pedro, la única iglesia católica abierta en Manhattan en aquellos tiempos, sintió una profunda soledad que no sanó hasta que la Iglesia católica le recibió oficialmente en 1805 y ella, previamente anglicana, podía consumir, en sus palabras, "el verdadero cuerpo de Cristo". Murió 12 años más tarde, con sólo 46 años; aun así, abrió el camino a la educación católica en EEUU, y fundó las Hermanas de la Caridad, una orden dedicada a cuidar a los pobres y enfermos.

En Sevilla, en 2010, se beatificó Madre María de la Purísima de la Cruz, que también entregó su vida al servicio de los pobres y enfermos y a la educación cristiana. Al descubrir que ella, cuando fue directora del colegio de las Hermanas de la Cruz en Villanueva del Río y Minas, tuvo a mi mujer como alumna, nació en mí la esperanza de que, un buen día, mi mujer y yo compondríamos el único matrimonio del mundo al que le habrán tocado literalmente el primer santo estadounidense y el último santo español.

Os explico cómo una santa del siglo XIX me podría haber tocado literalmente: Madre Anna fue canonizada el 14 de septiembre 1975, el mismo día que cumplí ocho años. También en ese año, mi padre se enfadó con la Iglesia católica, sacó la familia de la parroquia del barrio y, durante los siguientes cuatro años, nos llevaba cada domingo a la Iglesia de San Andrés, anglicana, fundada en 1708. Jugando en el camposanto, ensuciaba mis zapatos y pantalones con el barro de la orilla de un riachuelo que socavaba las tumbas más antiguas del cementerio. Solía cruzar el agua pisando las ruinas de las lápidas. Resulta que aquel camposanto daba sepultura a los abuelos, al padre, y a dos de los hermanos de Madre Anna. Mucho antes de enterarme de quién era, y de que me podría haber rozado con un ADN milagroso, su antigua casa en el punto extremo de Manhattan, empequeñecida por los rascacielos a su alrededor, me embrujaba cada vez que desembarcaba del Staten Island Ferry. Un día, obedecí la llamada y entré. Alojaba la Iglesia del Santo Rosario. Celebraban en este momento una misa. El cura dio una homilía sobre Jesucristo como pescador de hombres que me impresionó hasta tal punto que, después de misa, le pedí que fuera mi consejero espiritual. Con él, encontré la paz interior para empezar el camino hacia la única felicidad duradera que he conocido: la vida familiar.

"Hazard yet forward" (A pesar del peligro, adelante): el lema de Madre Anna. Esta nieta, hija y madre de un pastor anglicano se convirtió a la fe católica, cuando, en EEUU, esta confesión tenía más fama de fomentar el fanatismo y el terror que el Islam tiene hoy en día. Perdió sus ingresos, pues los padres de sus alumnas se escandalizaron. A pesar de todo, tiró adelante y, como recompensa, ella y el país se hicieron mejores.

El FBI grabó a Pablito Grande diciendo a uno de sus sicarios: "Sólo vives una vez. No puedes hacerlo todo. Esta vida nuestra es maravillosa. Si puedes salir impune, genial. Pero es muy, pero muy imprevisible. Yo, ojalá tuviera más educación. Lo digo ahora. En el momento, lo que quería era las calles, entonces las tomé. Siempre lo he pensado, si quieres hacer algo, hazlo ahora. No mariconees".

No mariconees: Don't fuck around. Por seguir adelante, a pesar del peligro, Pablito Grande y su nieta llegaron a ser leyendas vivas, al infierno con las consecuencias.

Hazard yet forward/ Don't fuck around: la cara y la cruz de la naturaleza norteamericana.

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