FERIA Toros en Sevilla en directo | Cayetano, Emilio de Justo y Ginés Marín en la Maestranza

La ciudad y los días

carlos / colón

Toda autoridad le ha sido dada

ATRAVESÓ las calles y plazas abarrotadas imponiendo con severa mansedumbre ese orden suyo, el de la devoción y la emoción, que se respeta sin necesidad de vallas. El Señor del Gran Poder es el padre y maestro de la devoción sevillana que otorga su sentido devocional y emocional a la Semana Santa. Esto se representa poderosamente en su besamanos. ¿Qué hermandad se atrevería a echarle un pulso a la mismísima Semana Santa para recordarle su fundamento y su sentido? 27 cofradías y 50 pasos en las calles, y el Señor recibiendo, beso a beso, mirada a mirada, el conmovido homenaje de los miles de sevillanos que forman la cola que tantas veces alcanza el cruce de Conde de Barajas con la calle de su nombre. Con razón bordó Ojeda en su túnica persa el símbolo que mejor lo define: "Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último, el principio y el fin".

Cuando hay devoción y emoción, hay respeto. El Gran Poder dictó el pasado jueves la ley que hace posible el único orden deseable en la Semana Santa. ¡Qué silencio imponían los siseos cuando ni tan siquiera se veían a lo lejos los ciriales! ¡Con qué respetuoso sobrecogimiento y cariño le abría paso la multitud para que caminara entre ella a pie enjuto, como los israelitas atravesaron el Mar Rojo! ¡Qué largo suspiro de agradecimiento, emoción, alegría y consolada pena de ausencias se oía cada vez que misericordiosamente el Señor arriaba en los cruces para que quienes se apiñaban en las bocacalles pudieran verlo!

Torres muy altas se cuartean en la actual Semana Santa y todo lo que la rodea. Giran enloquecidas las brújulas antes seguras que le indicaban su norte. Se debilitan las referencias. Hay demasiados ciegos guías de ciegos. Hay demasiados que tienen ojos y no ven, tienen oídos y no oyen. En esta situación, más grave de lo que se quiere reconocer, el Gran Poder ha dado un tan manso como poderoso golpe de autoridad. Lo que no ordene la devoción y la emoción no lo podrán ordenar las vallas. Él es el imperativo religioso categórico de la Semana Santa.

Caminó el Gran Poder, gran y único legislador, por las calles de Sevilla; y resonaron a su paso las palabras del Apocalipsis: "Me mostró un río de agua de vida que salía del trono de Dios y del Cordero, en medio de la calle de la ciudad". Por algo Gijón talló en una de las cartelas de su paso a Moisés tocando con su vara la roca para que brotara milagrosamente el agua.

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