En este preciso instante, alguien -álguienes, si se permitiera ese plural- acaba de hacer clic en continuar. Quiere llegar a Sevilla, por tierra o aire, incluso por agua. O salir de ella, por ocio o negocio. Encontrará casi seguro un asiento en el tren y múltiples ofertas de vuelos. Quizá ha sido el precio tirado de una compañía low cost lo que le ha hecho elegir Sevilla como destino, y no a la viceversa. Lo de encontrar el autobús por internet es más difícil. Alsa tiene enjaretada su página; para el resto de autocares, averiguar si los horarios que hay en la página son de este milenio, o sacar un billete desde casa, es misión imposible, cuando no absurda por los altos gastos de gestión. Lo que sí habrá encontrado fácilmente es dónde alquilar un coche que le saque de aquí. También se pilla fácil un blablacar, forma de viajar que recomiendo a quien guste de novelerías; yo ahí he escuchado cosas que ustedes no creerían, y que se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia, etc. A estas alturas de los tiempos podemos decir que -quizá con menos donaire del deseado- es posible llegar y partir de Sevilla.

Lo que resulta extemporáneo y loco es el estado de las autovías metropolitanas y de las interconexiones entre estaciones y el aeropuerto, por no hablar del amplio margen de mejora (¡eufemismo!) de las mismas, en concreto de las de autobuses. La ciudad que se proclama universal y se vende -literal- como gran destino turístico tiene una conexión lamentable entre los puntos de salida y llegada. Quien necesite hacer un transbordo desde el tren a un autobús, echará una hora más a su viaje: le toca esperar al urbano. Si el transbordo es para un vuelo, no tiene un tren de Cercanías ni un metro que lo acerque al aeropuerto: o se va en bus o se deja los cuartos en un taxi. Es inconcebible que al aeropuerto no llegue el Cercanías, o que la línea 1 del Metro esquive Santa Justa. Alguna vez no he llegado a tiempo a mi reunión en Granada porque he ido a Plaza de Armas a tomar el autobús que sale desde El Prado y, claro, lo he perdido. Hay destinos que hacen su salida desde ambas estaciones, y enlaces entre autobuses que exigen a los viajeros cruzar la parte de ciudad que va desde El Prado a Plaza de Armas. Este estado de cosas beneficia al taxi y a VTC relativamente: a largo plazo, una ciudad con las interconexiones entre puntos de acceso deficientes y mal organizadas no beneficia a nadie. Trasladarse de una estación a otra o al aeropuerto es, para quien viene a vernos, un complejo rito de paso que ha de superar para llegar hasta nosotros. Para quienes habitamos la ciudad y entramos y salimos de ella con frecuencia, hay un largo camino entre llegar a Sevilla y llegar a casa. Esta ciudad necesita un buen repaso en la interconexión de sus puntos de acceso, en todas direcciones.

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