TIEMPO El tiempo en Sevilla pega un giro radical y vuelve a traer lluvias

Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

La Torre y el paisaje

Torre Sevilla empezó siendo un problema y se ha convertido en un centro de crecimiento y negocio

Creo que el rechazo que suscitó en su día la construcción del rascacielos que se alza al sur de la isla de la Cartuja estuvo justificado. Era innecesario, rompía todas las escalas constructivas de Sevilla y aportaba poco, arquitectónicamente hablando, porque parecidos los había a cientos en muchas ciudades de todo el mundo. Más que a una necesidad para Sevilla parecía responder al sueño megalómano de los rectores de una entidad de ahorro deslumbrados por el dinero fácil del boom del ladrillo y de un alcalde dispuesto a dejar su huella a cualquier precio en la ciudad. Ahora que, con motivo de la muerte del arquitecto argentino César Pelli, ha vuelto a hablarse del edificio, conviene hacer una revisión de lo que ha supuesto su construcción. Obviamente, Torre Sevilla -afortunadamente lo de Torre Pelli empieza ya a caer en el olvido- sigue siendo el mismo edificio que empezó levantarse hace más de una docena de años: igual de feo, prepotente e inadaptado al paisaje de Sevilla para sus detractores. Y con pocos defensores como icono de la arquitectura moderna. Pero de lo que ya caben pocas dudas es que ha representado un éxito por la aceptación que ha tenido entre los sevillanos como lugar de referencia en una zona de la ciudad que hasta hace poco no existía.

Ello ha sido así porque los rectores de Caixabank que se hicieron cargo con el proyecto a medio construir tras los procesos de integración de las cajas de ahorros supieron, primero, convertir la torre en un lugar de prestigio para la instalación de oficinas y, segundo, hacer un centro comercial con una enorme capacidad de atracción en una zona relativamente cercana al centro histórico. A esto habría que sumar la ubicación en las plantas más altas de un hotel con un emplazamiento privilegiado y del Caixafórum, que tiene unas de las programaciones culturales más interesantes de la ciudad. El resultado es que el sur de la isla de la Cartuja se ha convertido en una zona ganada para Sevilla. Lo que empezó siendo un problema se convirtió en una oportunidad de crecimiento y de negocio.

Algo parecido, salvando algunas distancias, ha pasado con la zona de la Encarnación con las setas del arquitecto alemán Jürgen Mayer. Aquí sí que se puede hablar de un edificio con una enorme carga icónica, instalado en pleno casco histórico y que no puede estar más alejado de las escalas tradicionales de Sevilla. Pero la setas se han convertido en parte de la imagen de la ciudad y en torno a la extraña construcción de madera han proliferado comercios, bares y hoteles.

Los dos edificios supusieron una ruptura con los cánones de Sevilla, Pero a los sevillanos parece que no les importó demasiado y hoy los han integrado con una enorme facilidad en su paisaje cotidiano.

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