Antonio Rodrigo Torrijos fue un personaje que en la vida municipal no pasaba inadvertido. Excesivo y verborreico, fue víctima de una campaña de desprestigio especialmente dura y cruel y estuvo sometido a un calvario judicial de siete años por la venta de los terrenos de Mercasevilla, que se saldó con su absolución, pero que lo dejó socialmente proscrito. Ahora el Consejo del Poder Judicial ha determinado que la instrucción de la juez Alaya fue cuestionable y hubo dilaciones no justificadas. Nunca es tarde para poner las cosas en su sitio, aunque a Torrijos nadie le devolverá lo que entonces se le quitó.
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