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SI viviera el sociólogo José Antonio Jáuregui, el de Las reglas del juego, hubiese disfrutado comprobando la atención que puede concitar, todavía a fecha de hoy, del medio televisivo. La tele como tótem, y el debate como ritual totémico.

Los mítines están obsoletos. Son lícitos como festejo para los ya convencidos, pero están anticuados como arma publicitaria. Casi tanto como las pegadas de carteles. Anacrónicas en la era de Internet.

Que doce millones de espectadores siguieran el segundo cara a cara entre Rajoy y Zapatero con semejante expectación, vaciando las calles de las ciudades, es un síntoma, más que de la buena salud democrática, de la buana salud que vive el medio televisivo.

Por eso hay que interpretar la pataleta de Tele 5 de ofrecer nuevos episodios de ese C.S.I. de sus amores, no como una falta de responsabilidad ciudadana, sino como una reacción empresarial.

Lo mismo ocurriría (dicho sea en condicional) y ocurrirá (dicho sea en futuro) si el domingo que viene hubiese una victoria holgada por parte de uno de los dos contendientes de los partidos mayoritarios. Llegada la hora en que exista un presidente electo, a Tele 5 no le importaría/importará lo más mínimo sacrificar la información para ofrecer entretenimiento, y Aída camparía (en condicional) y campará (en futuro) a sus anchas por nuestras pantallas.

"Que no tenga que pasar otros años para que se repite", concluyó la moderadora Olga Viza al acabar el segundo debate entre Rajoy y Zapatero. "A partir de ahora los medios arrojarán los titulares, pero todos los que lo han visto tienen su propia opinión", apostilló la periodista cronometradora del que fue uno de los programas más vistos en España de la historia de la televisión. Ese tótem.

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