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¿Tragará España?

La solución deseada para Cataluña es imposible sin el desmontaje del frente judicial contra el secesionismo

Nunca, probablemente, la constitución de un Gobierno ha suscitado tanto interés en España ni ha tenido el efecto político inmediato que se le ha supuesto al que hemos empezado a padecer desde la semana pasada. Y no puede extrañarnos, ya que estamos ante una colosal operación de marketing a la que se han prestado con fruición todos los medios de comunicación, encabezados por aquellos que nadie sabe por qué siguen sobrellevando la etiqueta de conservadores. El grado de impúdica babosería ante el poder ha sido el estrictamente necesario para hacer olvidar cuanto antes a los españoles las graves taras de legitimidad de Sánchez y sus ministros, aupados al poder con los votos de asesinos, terroristas, secesionistas y comunistas en mayor número que los propiamente socialistas.

Pero a sus ojos el esfuerzo merece la pena porque estamos ante una doble operación en la que literalmente se juega el futuro de la actual partitocracia: la necesidad de salvar al PSOE y la de encauzar el asunto de Cataluña de la forma prevista antes de que la precipitación de Puigdemont y la inesperada reacción del Rey y de los españoles lo echase todo a perder allá por octubre. Reparen en que ambos hechos son interdependientes: sin el PSOE es imposible que la nación trague lo que estaba preparado y vuelve a las agendas, el ofrecimiento al separatismo de un trato privilegiado en todos los órdenes dentro de un Estado asimétrico. Y sin solución en Cataluña el PSOE está llamado a convertirse en una fuerza secundaria e incluso irrelevante, porque sus contradicciones en lo que se llama la cuestión territorial y es pura y simplemente la cuestión nacional, lo abocan a la esterilidad y la autodestrucción.

La salvación del PSOE exige el control del pesebre estatal y un protagonismo mediático que permita la recuperación de los votantes desafectos y trasvasados a los nuevos partidos. Preparémonos, pues, para la avalancha de medidas demagógicas y políticamente correctas, de la que el episodio del Aquarius es sólo un leve aperitivo. Por otra parte, la solución deseada para Cataluña es imposible sin el desmontaje del frente judicial contra el secesionismo y sus jefes, única respuesta del Estado y del PP a su desafío. Ahí es donde está la clave de este Gobierno. La ministra de Justicia y su amiga y cómplice, la nueva fiscal general del Estado, exponentes del ala más izquierdista del gremio, se encargarán de ello. Y, eso creen, España tragará.

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