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las claves

pilar Cernuda

Turbulencias en los partidos

Dudas. La tensión de Iglesias y Errejón, el apalancamiento aparente de Rajoy, las dudas de los barones con Sánchez y la inquietud de Rivera por el giro del PSOE marcan la actualidad política.

ÍÑIGO Errejón no disimula el enfriamiento de su relación personal con Pablo Iglesias; Susana Díaz y otros dirigentes socialistas no ocultan su descontento con la forma en que Sánchez intenta convertirse en presidente dejando de lado algunos principios del partido; en el PP las aguas bajan tranquilas aunque hay medios que creen ver sombras en contra de Rajoy y esas noticias enturbian la convivencia entre los miembros de la dirección y en Ciudadanos todo es paz en torno al liderazgo de Rivera.

Las negociaciones para formar Gobierno y las tensiones que provocan los 100 días del Ejecutivo en funciones y la oposición sin poder ejercer como tal en el Parlamento provocan problemas internos. En C's, donde no las hay, sí se advierte preocupación por el hecho de que el pacto con el PSOE pueda conducir al desafecto de un sector importante de sus votantes de centroderecha, que es donde más pescó en las elecciones del 20 de diciembre, y en las municipales y las autonómicas.

Es una de las razones por las que en algunos dirigentes se advierte un disimulado nerviosismo ante la posibilidad de que haya elecciones. Si hace un mes pensaban que el pacto con el PSOE centraba el partido, las veleidades de Sánchez con Iglesias y su aparente afán por llegar a algún acuerdo provocaron que después del encuentro entre ellos, tanto Rivera como sus escuderos, Villegas y Girauta, aceptaran todas las entrevistas: expresaron su absoluta disconformidad con Podemos y negaron cualquier pacto con ellos o con las confluencias, entre las que se incluyen partidos y círculos que abogan por el derecho a decidir de las comunidades, aparte de un programa económico con un gasto disparatado, inasumible para gobernar.

La ruptura interna en Podemos, el desencuentro entre Errejón e Iglesias, se produjo después de que éste procediera al relevo fulminante de Sergio Pascual, secretario de organización de Podemos y hombre de confianza de aquél. Para no hacer declaraciones que podían producir una quiebra irremediable entre ambos, Errejón puso distancia con el secretario general del partido y desapareció del mapa durante dos semanas largas, en las que además se mantuvo en absoluto silencio. Al incorporarse a la actividad parlamentaria, no disimuló su contrariedad por el cese de Pascual y dijo públicamente que era "obvio" que no compartía todas las decisiones de su líder.

En privado, en ese tiempo de buscado silencio, explicaba que su relación con Iglesias era muy estrecha y de admiración, pero que se había sentido decepcionado por el cese de Pascual sin consultar con nadie, lo que era una prueba de autoritarismo -aunque no lo decía Errejón, lo daba a entender-. Y explicaba también que Pascual había realizado un complicado trabajo como secretario de organización, teniendo en cuenta el origen de Podemos, los centenares de círculos que se distribuían por España y de difícil coordinación, las confluencias, el afán de protagonismo de quienes sin haber tenido ninguna experiencia política se encontraban de pronto con poder municipal y autonómico y pretendían actuar al margen del partido... Era muy evidente que Errejón estaba en desacuerdo con el cese, en el fondo y en la forma.

Pero hay más. No fue convocado por Iglesias al encuentro en petit comité en el que debatieron la conveniencia de ofrecer a Sánchez la posibilidad de un Gobierno de coalición sin que la vicepresidencia fuera para Iglesias. Sí fue Irene Montero, jefe de gabinete de Iglesias, y cuya influencia evidente en el secretario general tiene mucho que ver con el alejamiento de Errejón... y con otras tensiones en la cúpula de Podemos. El poder real de éste se verá en los próximos días, una vez que Echenique -hombre muy bien visto en el partido- se haga cargo de la Secretaría General. Será entonces cuando se comprobará el papel que la nueva estructura asigna a Errejón, que en cualquier caso es el portavoz parlamentario, cargo de gran relevancia.

Tanto Iglesias como Errejón hacen esfuerzos por reconducir su relación, que es vital para el equilibrio del partido, y quienes los conocen piensan que podrán lograrlo. Pero reconocen que al margen de los problemas entre ellos, hay más problemas porque no es fácil poner de acuerdo a personas de tantas procedencias y distintas trayectorias. Sin contar con que las confluencias quieren tener identidad propia. ¿Y Ada Colau? Un miembro destacado del partido me decía que está asumido por todos que es una especie de reina madre, una destacada líder regional con voz y estrategia propias. Pero aseguraba ese dirigente que es leal con Iglesias y no va a provocar un choque entre la cúpula de Podemos y En Comú Podem. El tiempo lo dirá.

Sánchez es el ciclista que no puede dejar de pedalear porque si lo hace cae al suelo. En el PSOE no olvidan el pésimo resultado electoral, y si cuenta hoy con el apoyo generalizado es porque sería letal para el PSOE poner chinitas en el camino a quien podría convertirse en presidente, y porque valoran el tesón con el que está intentado llegar a un acuerdo de Gobierno, y contraponen su figura a la de un Rajoy aparentemente quieto. Pero si no logra ser presidente, saldrá a la superficie la marejada interna socialista, con todos los ojos puestos en quien de forma también generalizada consideran la mejor candidata para poner al partido en forma, Susana Díaz.

Se mantiene callada y, en público apoya a Sánchez, pero personas de su entorno y algunos barones cuentan que ya ha tomado la decisión de presentarse candidata a la Secretaría General si Sánchez no alcanza La Moncloa. Y es la razón de que haya promovido el aplazamiento del congreso del partido, pues si se celebrara en mayo, en pleno proceso electoral, sería una traición a Sánchez, que esos días se juega la presidencia. Éste, inteligentemente, ha hecho creer que es él quien sugirió el aplazamiento.

¿Y Rajoy? Pese a algunas noticias alarmantes, no he escuchado a los jóvenes dirigentes una sola palabra cuestionando su liderazgo. Sí dicen que les habría gustado que se presionara a Rita Barberá para que presentara su dimisión como senadora; y sí han comentado la conveniencia de que Rajoy hiciera algún gesto que demostrara que no está de brazos cruzados ante la crisis institucional, como dice la oposición.

Pero dicen también que sería suicida cuestionar ahora que Rajoy sea el candidato si hay elecciones y que debe ser presidente si se produce una coalición de Gobierno. Añaden que el propio Rajoy les ha dicho que tiene en mente poner en marcha el mecanismo de sucesión cuando llegue el momento oportuno.

Digan lo que digan algunos agoreros, no hay movimientos para relevarlo. Sí para estar en una buena situación de salida cuando llegue la hora de elegir nuevo líder. Por cierto, ninguno de los cuatro nuevos vicesecretarios piensa que deba ser hoy uno de ellos.

Se reúnen, hablan, negocian, expresan sus diferencias y sus acercamientos, se vetan y se levantan los vetos... Los dirigentes de los cuatro partidos se expresan como si en sus familias políticas todo fuera un camino de rosas, pero la procesión va por dentro.

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