LLEGA pronto la posibilidad de vengar la afrenta de junio en Saint Denis. Otra vez Italia en nuestro camino y nos encontramos cuando aún duele aquel baño de inteligencia que nos dieron en el gran estadio francés. Era octavos de final de la Eurocopa y un gol de Chiellini a la media hora fue el principio del fin y el final de una época que se crió a los pechos de Luis Aragonés para que Vicente del Bosque supiera llevarnos a la gloria suprema.

Ahora toca un duelo que se presagia duro para un puesto en el próximo Mundial. Tras la becerrada con Liechtenstein, una miurada en el campo de la Juventus que no admite dudas ante la cara del rival. Como la nuestra, Italia cambió de patrón y a Antonio Conte, que emigró al calor del dinero de Abramovich, le ha suplido un técnico veterano y que hasta fue su maestro. Y según parece, el genovés Giampiero Ventura sigue la senda marcada por su predecesor y discípulo.

Quiere Lopetegui presionar a Italia muy arriba y para ello cuenta con Vitolo y Diego Costa como argumentos básicos. Presionar arriba y percutir por los costados mediante la velocidad y el despliegue de Carvajal y Jordi Alba es la fórmula con la que pretende doblegar el coriáceo sistema defensivo de la squadra azzurra. Y la pinta de la idea parece adecuada, aunque hay que insistir en que jamás vimos a técnico alguno perder el partido en la pizarra, jamás.

Indudablemente, la cita de esta noche en la capital del Piamonte es vital. El sorteo nos deparó la broma de emparejarnos con nuestra vieja compañera de baile en un grupo de sólo una plaza con otra para repesca y eso hace que los dos pleitos con los transalpinos sean vitales. Lopetegui empezó con muy buen pie, pero aquello de León hace un mes se parece a lo de hoy como un huevo a una máquina de escribir. Lo de hoy es muy serio y no cabe equivocarse.