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La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Turistas, langostas y otras plagas

Sumen pisos turísticos, hoteles, comederos y franquicias, y resten comercio tradicional y vecinos: un centro muerto

La única diferencia entre el turismo de masas y las plagas de langostas es que los turistas pagan lo que se comen, por lo que son los nativos y sus autoridades los que destrozan sus propias ciudades para faciltárselo. Por lo demás, su efecto sobre las ciudades históricas se parece al de una plaga. Muchas ciudades europeas están estudiando qué hacer para no acabar convertidas en superpoblados parques temáticos. Y en algunas se está generando la "turismofobia".

En Barcelona han aparecido carteles y pintadas que piden Tourist Go Home o denuncian Tourism Kills the City. 30 millones de turistas anuales desertizan la Venecia histórica: a mediados del siglo XX tenía 175.000 habitantes, hoy tiene 50.000 y se prevé que en 2030 no quede ninguno. La alcaldesa de Roma ha tomado medidas drásticas para preservar espacios y monumentos de la depredación turística, prohibiendo "acampar" en los monumentos o bañarse y lavar ropa en las fuentes. Una lucha antigua: en los 70 el ayuntamiento comunista presidido por el historiador del arte Giulio Carlo Argan prohibió comer en los Foros Imperiales, convertidos en un descampado para pícnics. Islandia, con 330.000 habitantes, recibe 1,7 millones de turistas lo que hace prácticamente imposible alquilar un piso en la capital. París, alarmado por la pérdida de turistas a causa de los atentados pero también por lo que allí llaman el "efecto Barcelona", está poniendo en marcha programas para fomentar el turismo sostenible. En Florencia se regarán dos veces al día las escalinatas de los monumentos para evitar que "acampen" los turistas.

Así las cosas, parece que la pobre Sevilla no puede permitirse ordenar el turismo de masas. ¡Más cornadas da el hambre! Vean la burbuja hotelera. Además de los muchos inaugurados desde el 92 hasta hoy -sólo en los últimos cinco años han abierto 28 establecimientos- sumen los que ocuparán el Banco de Andalucía, el anexo de Galerías Preciados, la casa regionalista de los números 5 y 6 de la Encarnación, la torre Pelli, el antiguo Hostal Colón, la fábrica de Montalván en Triana o los almacenes Vilima -los del zafarrancho- en Puente y Pellón, entre otros. Sumen pisos para turistas, franquicias de comederos y bebederos (con veladores o utilizando la calle como si fuera su salón), iglesias convertidas en museos o tiendas cutres de recuerdos, y resten comercio tradicional y vecindario, y el resultado es un centro histórico muerto.

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