Un día en la vida

Manuel Barea

mbarea@diariodesevilla.es

Tussam tiene que dar explicaciones

Hay que saber lo que pasa -y se supone que va a dejar de pasar- con esos vehículos del transporte público

Ya no valen más medias tintas ni paños calientes, y mucho menos bromas. Bromas ni una. Uno las ha hecho aquí, en este mismo recuadro, con Tussam como protagonista, con un punto de sarcasmo. Pero ya no. No hay sitio aquí para el humor. Sería tan absurdo como estúpido. Ahora, desde este recuadro, y en la medida de sus posibilidades, lo que hay que hacer es conminar a Tussam -y al Ayuntamiento- a dar explicaciones. Y no hueras, para salir del paso. Tienen que convencer. ¿Cómo? No estaría de más una comparecencia pública, ante los medios de comunicación, pero no para leer un comunicado y marcharse de vuelta sin más; no, atendiendo preguntas, que tenemos unas cuantas. Tendrían que estar en ella el gerente de la empresa y el delegado municipal al que compete el asunto. Después de lo ocurrido el sábado en la Campana, un calco mucho más grave de lo ocurrido el martes anterior, con los microbuses subiéndose a las aceras y empotrándose contra una fachada y causando heridos, los ciudadanos merecen una explicación convincente de lo que pasa (y es de suponer que va a dejar de pasar) con esos vehículos de Tussam y por extensión con todos los de su flota. Ya no se puede echar mano del consabido "se trata de un hecho puntual".

Ésta es la cuarta ciudad de España. El alcalde Espadas y su gobierno se afanan en demostrar y fomentar -parece que también en superar- ese puesto. Pero mucho más que los fastos, las galas, las cumbres, los congresos y los saraos y los festejos al por mayor, una ciudad se mide y se va haciendo grande día a día, en cada jornada, y es el asentamiento y el fortalecimiento de la calidad de vida y el bienestar de sus habitantes en el desarrollo de su cotidianidad -trabajo y ocio, para los que un buen y seguro servicio de transporte público es esencial- lo que la hace digna y merecedora de una posición privilegiada en el ranking de las grandes urbes. Consígase esto primero y tráigase después todo el glamour y la horterada que se quiera.

De lo contrario, está esa otra liga en la que también, aunque tristemente, se puede jugar -y de hecho se juega, ocupando a veces una nada deseable primera plaza en la clasificación-. Es ésa en la que compiten las ciudades con más puntos negros y más accidentes de tráfico en su casco urbano, con un servicio de transporte público insuficiente, obsoleto y deficiente, con las calles y plazas más sucias y hediondas y con los barrios más pobres y las zonas más misérrimas y marginadas del país. Para estos premios aún no hay gala televisada. Pero al tiempo.

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