La tribuna

jad El Khannoussi

Ucrania: viejas y nuevas potencias

LA caída del Muro de Berlín (1989) y el desmantelamiento de la URSS alumbraron la aparición en el continente euroasiático de nuevos estados que contribuyeron directamente al debilitamiento del gigante soviético como potencia mundial. Dentro de esta coyuntura de cambio se encuentra Ucrania, un país con una especial ubicación geoestratégica: enclavada entre dos grandes potencias mundiales, Rusia y la Unión Europea, es decir, la vía de acceso principal entre ambas, una privilegiada situación que acrecienta aún más su valor.

Objeto de codicias y estrategias internacionales, su destacada posición geoestratégica, puente a través del cual fluye el gas ruso hacia Occidente, su salida al Mar Negro, además de la riqueza de materias primas que posee este país, fueron elementos claves en el surgimiento de numerosos conflictos entre ambos países: Rusia, con la que posee abundantes lazos históricos, culturales y económicos, y la OTAN, que aspira a disminuir el protagonismo de Moscú a escala global y asediarlo dentro de sus fronteras -la Guerra de Georgia (2008) sería la mejor prueba-.

Es necesario destacar dos importantes proyectos de suministro del gas que pasan por Ucrania: Nabucco, suministrado por la Unión Europea, y South Strani, por Moscú, que siempre contempla con mucha preocupación al proyecto rival. Resultado de estas demandas energéticas son los tristes acontecimientos que venimos presenciando en Kiev durante las últimas semanas, que abarcarían desde el lejano intento de envenenar al expresidente Viktor Yushchenko en 2004, entonces líder de la oposición, hasta el reciente encarcelamiento de Yulia Timoshenko. Lo cierto es que la población de Ucrania ha sufrido gravemente a causa de las luchas internacionales, ni siquiera se pudo beneficiar de los dos proyectos del gas mencionados, ni tampoco de su ingreso en la Unión Europea. Dicho ingreso quedó limitado al Programa de la Asociación con el Este de Europa, Praga (2009), por el cual el país recibe diferentes ayudas de la Unión Europea: económicas, institucionales, fomento de la democracia. Al final no se le permitió la oportunidad de beneficiarse de su alianza con Moscú, a pesar de que, en los últimos años, Rusia estuvo cualitativamente muy cerca de imponer su hegemonía sobre Kiev.

La escena del conflicto ucraniano resulta una copia bastante acertada de lo que está aconteciendo en el mundo árabe, especialmente en Siria (sin olvidar el escenario de la lucha del nuevo orden mundial: Cáucaso, Norte África, Pacífico y Asia Central). Ambos bandos -Rusia y Occidente- manejan el destino de estos pueblos como si fuera una enrevesada partida de ajedrez. Por un lado, los norteamericanos, con la ayuda de la Unión Europea, ejercen un imperialismo autoritario, enarbolando siempre seductores lemas como democracia, derecho de los pueblos, pero que, en realidad, sólo persigue la búsqueda de nuevos mercados y materias primas. Por el otro, Rusia y China, que intentan abrirse un hueco, o mejor definido, ganar más peso en este nuevo orden.

La oposición logró derrocar al presidente Yanukovich y al bando favorable a Rusia. No obstante, Moscú no ha dicho todavía su última palabra. Putin no está dispuesto a renunciar a su ambicioso proyecto en Eurasia, que tiene decidido llevarlo a la práctica en 2015, precisamente, el año fijado para las elecciones presidenciales en Kiev. Además, surge una gran pregunta: ¿cómo sobrevivirá la economía de Ucrania, hundida en una profunda crisis, sin el préstamo que Moscú había previsto facilitar el presente año (15.000 mil millones de dólares) y sin el descuento del 30% en el precio del gas ruso, gas que el país ucraniano espera como agua de mayo? ¿Será acaso Occidente el encargado de cubrir esa carencia (a pesar de la enorme crisis económica por la que atraviesa), y ello a pesar de que la reacción de los nacionalistas ucranianos, favorables a Rusia, puede resultar imprevisible?

Una posible solución al conflicto sería que ambas partes cedieran en sus ambiciosas pretensiones hegemónicas, es decir, que los occidentales abandonaran Ucrania, mientras que los rusos hicieran lo propio en Siria, aunque en este país árabe las circunstancias resultan todavía más complejas (debido al papel protagonista desempeñado por Irán, que detenta las llaves del juego en Damasco, sin olvidar que sus milicias caminan por lo alto y lo ancho de Oriente Medio).

Es probable que nos encontremos al borde de una crisis semejante a la que sucedió en los Balcanes (1991). La situación es muy preocupante: un país dividido, entre un Este católico pro-occidental y un Este ortodoxo pro-ruso; el factor histórico y los odios enconados, fruto de sangrientos crímenes que han cometido uno y otro bando durante la época soviética; la presencia de minorías rusas, bielorrusas y rumanas, que representan casi un 25% de los 48 millones de habitantes… La lucha por las medallas en los Juegos Olímpicos de Invierno en Socchi ya ha finalizado pero el invierno político en Ucrania no ha hecho más que empezar.

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