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Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

J. M. Ullod: réquiem por una voz

También debe haber sitio en los medios para estos grandes actores sin rostro, y no sólo para tanto rostro duro

Que sí, que sí, que Juanma será presidente, que acaban cuatro décadas de gobierno socialista en Andalucía… Pero permítanme que, dado lo mucho y bien que mis compañeros escriben sobre este hecho histórico, me ocupe de algo sobre lo que se ha informado poco y con inexactitudes: el fallecimiento de Josep María Ullod. ¿Que no saben quién era? Se equivocan. Le conocen, literalmente, de oídas. Porque era un gran actor de doblaje. Los pocos medios que han informado de su fallecimiento lo han relacionado con los históricos y televisivos Perry Mason e Ironside. Incierto. La voz del Perry Mason que vimos en blanco y negro en el aparato de televisión con tapete de croché, torito, flamenca o cualquier otro exorno fue doblada en Puerto Rico bajo la dirección de Ricardo Palmerola, actor español establecido desde 1949 en Puerto Rico cuya voz ustedes conocen más de lo que creen, pues tras su regreso a España en los años 70 fue el Yoda de La guerra de las galaxias. Y la voz de aquel Raymond Burr de el occiso y la cajuela fue el puertorriqueño Manuel Pérez Durán. En cuanto a Ironside es cierto que Ullod lo dobló en la versión cinematográfica de 2000, pero en la televisiva el doblador fue Vicente Baño (recordado por quienes amamos esas películas por ser la voz de Sean Connery en Robin y Marian y El hombre que pudo reinar).

Josep María Ullod dobló a cientos de secundarios además de a Brian Dennehy, Christopher Lee, Philippe Noiret o Rob Reiner. Entre sus doblajes más destacados se cuentan el de Paul Sorvino en Uno de los nuestros, Charles Durning en Muerte de un viajante, John Goodman en Barton Fink, Harve Presnell en Salvar al soldado Ryan, Bernard Hill -el capitán- en Titanic, Horst Buchholz en La vida es bella, Brian Cox -un soberbio Agamenón- en Troya o Donald Sutherland -su último trabajo- en la serie Crossing Lines. En nuevos doblajes de clásicos para la televisión fue Harry Carey en Caballero sin espada, Orson Welles en Un hombre para la eternidad, Vittorio De Sica en El signo de Venus o Anthony Quinn en Jesús de Nazareth. Su obra maestra fue el doblaje de James Coburn en Aflicción de Paul Schrader, en un soberbio duelo interpretativo con el gran Arsenio Corsellas doblando a Nick Nolte. También debe haber sitio en los medios para estos grandes actores sin rostro, y no sólo para los mediocres rostros duros que nos gobiernan.

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