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La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Universidad y nueva anormalidad

Hay quien dice que las clases 'on line' han llegado para quedarse. Si fuera así la calidad bajaría otro escalón

Empezó ayer el curso más anómalo que haya vivido la Universidad de Sevilla. El rectorado, los decanatos, los departamentos, los profesores y el personal de administración y servicios han hecho, hacen y harán todo lo que se puede hacer con los medios que se tienen para garantizar mínimos de calidad a los alumnos. Los afortunados profesores que tienen grupos que les permiten dar todas las clases presencialmente, y sus alumnos, apenas sufrirán esta situación. Quienes hayan de vérselas con grandes grupos divididos en turnos que alternan cada tres semanas las clases presenciales y on line tendrán que apañárselas para minimizar los daños.

Pero ha de quedar claro que esto no es una "nueva normalidad", sino una anormalidad que hace frente a las condiciones anormales que la sociedad y la Universidad como parte de ella viven. La normalidad regresará cuando exista la vacuna y regresen las clases presenciales. El entorno digital y las clases on line serán entonces un recurso más pero no sustituirán la presencialidad. Esta es esencial como interacción y contacto humano. Hay quienes dicen que las clases on line han llegado para quedarse. Si fuera así, si se convirtieran en algo esencial en vez de un recurso complementario, la calidad de la enseñanza habría bajado otro escalón más. Y estamos ya en el sótano, sobre todo quienes se las ven con las humanidades y las ciencias sociales.

Para los estudiantes de ingeniería, arquitectura o medicina habrá siempre un grado mayor de exigencia porque es lo deseable que los aviones no se estrellen, los puentes no se caigan, los edificios no se derrumben y los pacientes no se mueran. Pero la historia, la filosofía, el arte, la literatura, el cine o la comunicación no matan a nadie ni aportan valor tal y como hoy este se entiende y jerarquiza. Entonces, ¿a qué darles la misma importancia?

No se trata de enfrentar ciencia y humanidades, ni de demonizar los tan útiles avances tecnológicos. Con sentido del humor Savater llama "hemiplejia cultural" a la absurda lucha entre "los letrados que claman contra la cuadrícula inhumana de la ciencia, mientras los científicos se burlan de la ineficacia palabrera de sus adversarios". Se trata de que no se dé más importancia a los medios tecnológicos que a los fines educativos, no se desprecie lo que Simon Leys llamó sarcásticamente "saberes inútiles" y no sea el mercado la única guía para jerarquizar los estudios.

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