En un artículo publicado en El País el 17 de febrero de 2004, el nuevo ministro Cultura, José Manuel Rodríguez Uribes, pedía "libertad de investigación y libertad ideológica (…) con la única guía de la razón, del trabajo y del compromiso firme con la democracia, el pluralismo y los derechos humanos". Y terminaba exhortando: "¡Andemos de una vez por todas sin muletas y acabemos con esa España inferior que ora y embiste, cuando se digna a usar la cabeza (Antonio Machado dixit)".
Por lo que he leído de él y sobre él, el nuevo ministro no ignora que si hubo o hay una España de derechas que ora y embiste, hubo o hay otra de izquierdas que pontifica y embiste. Nuestra historia es pródiga en embestidas entre ambos que nos arrastraron a todos a la catástrofe. Demuestra que no lo ignora otro artículo publicado en el mismo diario el pasado mes de agosto reclamando "la revolución del respeto" de Fernando de los Ríos: "Vivimos malos tiempos en España para esta cultura de las normas que nos civiliza. (…) La descortesía parlamentaria instalada en nuestro parlamento y en las asambleas legislativas de las comunidades autónomas contribuye a que nos encontremos en una grave crisis de convivencia (…). En las primeras legislaturas de la democracia, si un diputado llamaba a otro fascista o rojo, el presidente le llamaba al orden y a la cortesía parlamentaria. El recuerdo de la guerra (in)civil y de la dictadura de Franco estaba muy presente. Ahora (…) se lanza el exabrupto como si fuera aceptable en una democracia parlamentaria, (…) volviendo a la peor dialéctica del amigo-enemigo de funesto recuerdo en nuestro país y en Europa. (…) Respetar las normas que nos hemos dado en el espacio público, también las reglas del trato social y de la cortesía parlamentaria, no nos hace menos libres sino más civilizados y más iguales en la libertad".
Se puede esperar mucho de este hombre. Lo que no sé es como le irá en un Gobierno en el que participan quienes usan y abusan del insulto, se saltan a piola las normas y faltan a la más elemental cortesía parlamentaria. Apoyado por quienes aseguran en sede parlamentaria que les importa un comino la gobernabilidad de España y se apiolan, no ya las normas mínimas de cortesía, sino la mismísima Constitución. Por no hablar de los malos modos, descortesías y groserías -incluso para con el Jefe del Estado- de quien preside este Gobierno.
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