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Charo Ramos

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Valdivieso en Medina

Los asidonenses conservan una sola obra del pintor Juan Simón Gutiérrez, fallecido en Sevilla hace ahora 300 años

Juan Simón Gutiérrez falleció en Sevilla hace ahora 300 años, en octubre de 1718. Perteneció a la Academia de Pintura que fundó Murillo, donde se encontraba inscrito en 1666. Estuvo activo durante más de 60 años pues murió muy mayor para la época. Pero nació en Medina Sidonia en 1634, como descubrió el historiador Enrique Hormigo, que publicó en Diario de Cádiz el acta de su partida de bautismo.

El gran murillista Enrique Valdivieso cree que Juan Simón Gutiérrez, del que apenas han llegado a nuestros días tres obras autógrafas, debió pintar cerca de quinientas en su larga trayectoria y teniendo ocho hijos que alimentar en su hogar sevillano de la Plazuela del Buen Suceso, en la colación de San Pedro.

El Ayuntamiento asidonense invitó a Valdivieso la semana pasada a impartir una conferencia sobre este hijo ilustre de la localidad. En la clausura de las monjas de arriba, como se conoce al convento de las agustinas recoletas de Jesús, María y José de Medina Sidonia, se guarda una de esas obras, La Sagrada Familia. Las monjas no facilitan el acceso al recinto y Valdivieso recordaba con humor que cuando les pidió fotografiar el lienzo para incluirlo en su libro sobre la escuela de Murillo (coeditado por la Universidad y el Ayuntamiento de Sevilla) le enviaron una postal para que la reprodujera.

Al auditorio le sorprende lo poco que se sabe en su tierra del pintor, al que durante mucho tiempo se consideró sevillano. Pero Valdivieso ha mirado con calma desde hace más de tres décadas los rasgos, modelos y formas que se repiten lienzo a lienzo y ahora le llegan peritaciones de toda España y el extranjero. La directora del Museo de Bucarest le amenazó con denunciarlo ante la Unesco por atribuir a Juan Simón Gutiérrez un lienzo que su pinacoteca presenta todavía como obra de Murillo. A él no le ha temblado el pulso y sigue adelante, ampliando el canon, confiando en que un día uno de los hijos o nietos de esos asidonenses que le escuchan con admiración complete el catálogo razonado del pintor.

Valdivieso viaja ligero de equipaje, con apenas un lápiz usb en el bolsillo, aunque regala conocimiento durante casi dos horas. El otoño ha llegado de repente y no ha podido solazarse con las especialidades locales, amarguillos y chicharrones, porque el médico le ha pedido restringir el consumo de azúcar y grasas. "Llegas a esta edad y te lo quitan todo", le comenta apesadumbrado a uno de los últimos canasteros del pueblo, Joaquín Benítez Mora, en la plazuela de Llanete de Herederos. Se intercambian un silencio cómplice. El oficio y la maestría igualan al catedrático emérito y al artesano de caña, vestigios de un tiempo de buenas maneras donde mirar y esperar daban siempre su fruto.

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