PRIMERA semana sin Channel nº 4. Ahora estamos Entre fantasmas. Más claro, agua, lo que pienso sobre la supresión de formatos de producción propia por la impersonal producción ajena de la franquicia. La última entrega del programa nos regaló la presencia de Javier Sardá, transmutado en un San Pedro con las llaves del reino de los cielos de Gestmusic, dispuesto a cerrar el plató que fue casa de Crónicas marcianas y de Channel. Javier Sardá, luciendo barba canosa, no se contuvo. Gateó, vociferó, saltó y lanzó sus consignas habituales. Pidió a la audiencia que no votara a Acebes. Que no votara a Rajoy. Y a su lado, Boris parecía el colmo de la contención. El Sardá del Channel nº 500 me recordó a Arturo Pérez Reverte. Son líderes mediáticos que vienen de vuelta de todo. De los poquísimos que pueden decir lo que les dé la gana sin miedo a perder. Por desgracia, sus cuentas corrientes son poderosísimas. Matizo. Me alegro por ellos. No me molesta en absoluto que las cifras que manejan sean mastodónticas, que abunden los ceros a la derecha, y no a la izquierda. Son personas muy inteligentes y se lo merecen. Cuando empleo la palabra desgraciadamente para aludir a que las cuentas corrientes de ambos sean poderosísimas me refiero a que ya me gustaría a mí que personas de la comunicación corrientes y molientes pudieran mostrar tal grado de sinceridad ante las cámaras. Vincular el exabrupto, la libertad de expresión, a la seguridad económica, es triste, muy triste. Recordemos que Arturo Pérez Reverte, a estas alturas, podría dedicarse, cinco vidas que tuviera, a su pasión: navegar. Mientras que Javier Sardá ha logrado la cuadratura del círculo dedicándose a viajar acompañado por sus amigos, a cargo de su productora. Bien por Arturo y Javier. Y mal por quienes, ganando tanto como ellos, no son valientes para decir lo que piensan.

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