SORPRENDE, como no puede ser de otra manera, el fichaje de Manu Herrera por el Betis. Dicen que llega como tercer portero, algo que, al menos, no sorprende. Es tranquilizador que sea como tercero, pero este fichaje tiene una lectura paralela y es lo de la poca confianza que debe tenerse en los porteros de la cantera. Con el filial en Tercera, tampoco vale el argumento de que se ficha al veterano Herrera para no desproteger la portería del B.

En condiciones de normalidad, el filial del Real Betis Balompié debería poder permitirse la licencia de hasta jugar sin portero en tan ínfima categoría. Esa explicación de que tan sorprendente adquisición se fundamenta en no debilitar al filial en caso de causa mayor no cuela. Antañazo, en cada plantilla había un mínimo de tres porteros, lo que entró en desuso porque la tercera plaza se le daba al titular del equipo B. De esa forma, el plantel ganaba en polivalencia.

Ahora se menoscaba la polivalencia del plantel mediante la reducción de un profesional de campo. Pero tampoco van por ahí las hipótesis de esta tesis, tampoco. La triste realidad es que los porteros que llegan de abajo no transmiten un mínimo de confianza al cuerpo técnico y eso no debería suceder. Que no haya un solo portero en toda la ciudad deportiva Luis del Sol con capacidad para ser eventualmente tercer portero es para hacer mirar el estado de la cantera.

Y lo cierto es que la llegada de este veterano guardameta ha cogido al personal con la guardia baja. Entre que Van der Vaart no se va y el stopper que pretende Poyet no llega, la irrupción de Manu Herrera ha puesto a la clientela con las orejas tiesas. Y no es que dudemos de la aptitud y mucho menos de la experiencia del madrileño, pero la bofetada sin mano, o con ambas manos, a los porteros del filial ha sido de órdago. ¿Tan poco aptos son para el Betis? Deben serlo.