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La tribuna

Antonio M. Claret García

Veinticinco años de economía andaluza

SE acaba de presentar el Informe Económico Financiero de Andalucía correspondiente al año 2009, el popularmente conocido como Informe Eseca que, desde hace 25 años y por encargo de Caja Granada, prepara la Sociedad de Estudios Económicos de Andalucía. Un informe clásico que sirve para tomar el pulso a la actualidad económica de la región y que se ha convertido en un instrumento de trabajo esencial para analistas y estudiosos.

Este año 2009 es doblemente especial. Por un lado, la situación de crisis en que estamos inmersos desde el verano de 2007 hace que el Informe nos sirva para ver cómo nos está afectando la misma y, sobre todo, nos permita anticipar las claves necesarias para salir de ella, posibilitando el cambio de modelo productivo que nos permita volver a la senda de un crecimiento económico sostenible y perdurable.

Por otro lado, el veinticinco cumpleaños del Informe Eseca nos sirve para analizar cómo ha evolucionado la economía de Andalucía en este tiempo. Han sido años de cambios profundos, paralelos a los de la economía española, pero que presentan algunos acentos propiamente andaluces y que podemos sintetizar en una serie de cambios esenciales y hechos históricos que, con sus características propias, han contribuido a propiciar dicha transformación.

Tres han sido los elementos esenciales que, a mi juicio, reflejan la modernización económica de Andalucía. En primer lugar, estos veinticinco años han supuesto un notable crecimiento económico. Así, midiéndolo en términos de Renta Familiar Disponible, hemos pasado de los 2.420 euros de 1983 a una previsión de casi 13.000 euros para 2008, lo que supone haberla multiplicado por seis.

En segundo lugar, tenemos que citar como elemento de transformación esencial la desagrarización de Andalucía, que ha supuesto el tránsito de una economía y una sociedad con gran peso agrario y rural a otra urbana y crecientemente terciarizada. Así, mientras el sector primario suponía el 12,57% del Valor Añadido Bruto andaluz en 1983, veinticinco años después sólo supone el 4,98%.

Pero, además y sobre todo, el sector primario se ha modernizado, aplicando nuevas tecnologías y una comercialización más moderna, lo que ha permitido multiplicar tanto la productividad como los beneficios, con ejemplos tan destacables como el de los invernaderos de Almería, el regadío del olivar o la fresa de Huelva.

En tercer lugar, el gran logro de este periodo ha sido la creación y consolidación del Estado de Bienestar, con la universalización de la sanidad, de las pensiones y de la educación, los tres ejes sobre los que se vertebra un Estado moderno y que constituyen la red de seguridad que permite soportar una crisis como la que estamos viviendo y afrontar el futuro con fundadas esperanzas de recuperación.

A estas transformaciones han contribuido, sin duda, dos elementos característicos de nuestra Comunidad. El primero, la planificación económica realizada por la Junta de Andalucía a través de los sucesivos Planes de Desarrollo Económico y Social que se iniciaron en 1984 y que llegan hasta nuestros días. Y el segundo, la concertación social, con reiterados acuerdos entre gobierno, sindicatos y empresarios que han permitido un marco de relaciones sociales estable que facilita la confianza para la inversión y el desarrollo económico.

Junto a todo ello, hay que destacar dos hechos históricos que han influido decisivamente en la economía andaluza de estos últimos veinticinco años. Por un lado, la integración en la Unión Europea, que supuso un cambio radical para toda España y que ha determinado la apertura de nuestros mercados, ha favorecido el rigor presupuestario y ha aportado las inestimables ayudas provenientes de los Fondos Europeos, que han propiciado la modernización productiva y la construcción de nuevas infraestructuras.

El otro gran hito fue la constitución de Andalucía como comunidad autónoma, con el máximo de competencias, por la vía del artículo 151 de la Constitución Española. Aquel 28 de febrero de 1980 tuvo un enorme valor económico en forma de uno de esos intangibles de los que hablan los economistas: la Autonomía nos permitió recuperar el orgullo de ser andaluces y la conciencia de no ser menos que nadie.

Sin embargo, y como elemento negativo, hay que señalar el desempleo, que sigue siendo la gran amenaza de nuestro sistema productivo. Al finalizar 2008, la tasa de paro era del 17,8%, y al cierre del tercer trimestre de este año, se había incrementado hasta el 25,64%. Por ello, solucionar este problema debe ser la máxima prioridad económica de Andalucía. En primer lugar, por justicia social, ya que son miles las familias que están sufriendo la lacra del desempleo y que tienen el derecho de ganarse la vida honradamente. Pero, además, por el terrible efecto que esa masa de parados causa en la economía, ya que tasas tan elevadas de desempleo suponen el tener que sufragar los subsidios correspondientes y el desaprovechamiento de una mano de obra muchas veces muy bien formada, lo que a su vez conlleva notables descensos en el consumo de las familias y, por tanto, mermas en la producción; todo lo que conforma una espiral muy perjudicial y empobrecedora de la economía.

Por todo ello, en estos momentos no debería haber actividad económica y política más prioritaria que la lucha contra el desempleo.

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