LA actualidad política ha salpicado muchos rincones de la programación, y ha aportado jugosos nutrientes. La ventana es más peligrosa de lo que parece. Aparecer por la televisión tiene más relevancia de lo que a primera vista pudiera parecer. A pesar de las múltiples ofertas, de que ya no todo el mundo está obligado a ver lo mismo, cualquier salida en la pequeña pantalla tiene una repercusión inmediata. Y si no que se lo digan a los padres de Enaitz Iriondo, a quienes el conductor que atropelló a su hijo les pide veinte mil euros en concepto de indemnización por los daños que sufrió su vehículo.

Antonio Iriondo y Rosa Trinidad han declarado que no aceptan dinero de las televisiones por sus comparecencias. Que sólo van a los programas por hacer público su caso, por desahogarse, por acallar su conciencia, para que su caso sirva de ejemplo. En fin, la cuestión es Tomás y Trinidad se sentaron en el plató de 'La noria' con Jordi González donde, ya se sabe, su entrevista fue acompañada por una sintonía de piano melancólico para provocar una imagen de seriedad que contrarrestara los aires de circo que se habían quedado instalados en el ambiente tras la exhibición de la Obregón ("pasopalabra, yo no hablo de política", decía Anita cuando le preguntaron su opinión sobre Blair y Aznar). Y el eco mediático de su conversación con Jordi fue demoledor. Con la chequera en la mano, que el tema y las circunstancias son lo suficientemente jugosas, y reúnen todos los requisitos para convertirse en carnaza de debate, de tertulia y mesa de camilla televisivas. Muy fría tienen que estar las cabezas de Antonio y de Rosa, porque de lo contrario, ofuscados por la marea, si no se retiran a tiempo, pueden hacer lo contrario de lo que en un principio pensaban. Saturándose. Salir por la televisión, tan poderosa todavía hoy, tiene estas servidumbres.

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