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Azul Klein

Charo Ramos

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Vestir al pueblo

Pierre Cardin, visionario y tenaz, levantó un imperio convencido de que la moda debe llegar a todo el mundo

La moda puede ser asequible. También prohibitiva si hay gente para pagarla. Pero no debería faltar jamás ese segmento de la moda que aúna estilo, patronaje perfecto y buen precio. La firma japonesa Uniqlo lo ha entendido muy bien, como antes lo hiciera H&M, con sus colecciones cápsula en las que un diseñador de marca reconocible, admirada y cara aplica su imaginación a una serie de prendas que no deben escasear en un armario inteligente y que, además, no causarán estragos en las economías de las clases medias que frecuentan lo que los ingleses denominan el High Street, las cadenas de moda rápida y franquicias comerciales; entre nosotros, Inditex y sus aledaños.

Con la muerte de Pierre Cardin a los 98 años de edad decimos adiós a un diseñador nacido en Italia pero que logró la fama en Francia, donde se instaló en cuanto terminó la Segunda Guerra Mundial, al que hoy consideramos un epítome del glamour parisino; un creador al que no le obsesionaba ocupar portadas en el Vogue pero que supo ofrecer a su clientela una moda revolucionaria y atemporal que podía llevarse a todas partes. El visionario Pierre Cardin le hablará de tú a tú en el más allá nada menos que a Courreges y a Paco Rabanne, compañeros de viaje con los que compartió el interés por diseñar alta costura sin renunciar a crear además ropa para la gente de la calle, no para princesas monaguescas o divas de Hollywood. Y esto lo decía un hombre que había vestido a Jeanne Moureau y Jackie Kennedy, dos de las mujeres más bellas, elegantes e interesantes de su tiempo. También diseñó para The Beatles, a los que cambió la chupa de cuero y la camiseta por chaquetas con esas camisas de cuello mao que él popularizó. Pero a Cardin le interesaba sobre todo la gente normal, la visión global del empresario que, ambicionando inspirar el día a día de los ciudadanos corrientes y de a pie, se convirtió varias décadas después en un referente para los grandes artistas de la moda actual como Jacquemus o Jean-Paul Gaultier.

Para afirmar un legado que tiene calidad basta con que pase el tiempo. Pero el año de la pandemia ha acelerado el culto a Pierre Cardin: su legado es ahora más contemporáneo que cuando en los años 60 y 70 diseñaba sus vestidos globo y en espiral. El director Jean Cocteau, que le encargó el vestuario de La Bella y la Bestia, lo supo ver antes que nadie. Y tal vez algo del enamoramiento tardío de Bella, del modo en que cayó rendida a aquel ser feo pero de indiscutible elegancia y bondad, se lo debemos a la destreza del maestro Pierre Cardin, un pionero también en llevar la moda a la pantalla grande.

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