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La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Vida del centro muerto

La vida del centro es como la de los cuerpos del caballero de la Orden de Calatrava y el obispo de Valdés Leal

No hace tanto tiempo hubo vida en el centro de Sevilla. Es decir vecinos, luces encendidas tras las ventanas por las noches, bullicio de niños yendo a los colegios o volviendo de ellos, ultramarinos, cines, cafés, hornos y panaderías, mercados, fruterías y verdulerías, un eco de aparatos de televisión o de radios saliendo por las ventanas abiertas en verano, papelerías, librerías, lecherías, bares para nativos… Lo que se ve y vive hoy en cualquier barrio de la ciudad.

Les costará trabajo creerlo pero quienes no volveremos a cumplir ni cincuenta ni sesenta hemos conocido Cuna, Francos, la Encarnación, Puente y Pellón o el mismísimo Santa Cruz (lo sé porque viví en él entre 1963 y 1966 y vivo -más bien resisto- allí desde 1982) como son hoy los barrios de Sevilla, es decir, con vida y vecinos. Empezó a vaciarse de ellos tal vez en los 80, seguro que en los 90. Hoy es una momia. Con partes muy bien embalsamadas -perdón, restauradas- como la Catedral y el Salvador, esplendorosos cuerpos perfectamente momificados -perdón otra vez, restaurados- pero con la misma vida que Tutankamón. En torno a estas islas sin vida, como si las dos moles gótica y barroca fueran el atolón Bikini después que se probaran en él 20 bombas de hidrógeno y atómicas, se extiende un páramo de tiendas de recuerdos, comercio y bebercio para turistas, copas para que los nativos confraternicen con los foráneos, pisos turísticos y hoteles, muchísimos hoteles, infinidad de hoteles.

En 2018 abrieron casi dos hoteles al mes. Y, como escribía ayer el compañero Navarro Antolín, sólo en unos pocos metros del entorno de Puente y Pellón abrirán cuatro. Ustedes ya saben que eran calles de comercios sevillanos, baste decir Marciano, Siete Puertas, Arias o los hermosos y pequeños supervivientes Peña y Casa Lucas; pero les juro que yo, que desde mi infancia me he pateado esas calles -Acetres, Puente y Pellón, Lineros, Compañía, Lagar, Alonso el Sabio (antes del Burro), Goyoneta, Buiza y Mensaque-, las he conocido todas habitadas por vecinos. Y además con un vecindario interclasista que iba de las gentes más encopetadas a las más modestas. ¿Nostalgia? No. Realidad. El centro ha muerto como parte de la Sevilla viva. ¿Que está muy animado y abarrotado? Sí, pero con la misma animación que se mueve en los cuerpos del caballero de la Orden de Calatrava y el obispo de Valdés Leal. Los del Finis gloriae mundi, sí.

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