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La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Vida y memoria

El trasplante de órganos transmite la vida; la conservación del patrimonio transmite la memoria

Leo dos noticias, muy distintas, que me alegran. Una es que la donación de órganos supera en Sevilla los 40 donantes por millón de población, lo que evita el crecimiento de las listas de espera. La otra es que la Junta de Andalucía prepara -¡tarde llega!- la inclusión del Cervantes como patrimonio andaluz. Y con él, del Trajano. Queda pendiente el Lloréns, pero no es cuestión de pedir al olmo de la Junta peras patrimoniales referidas a los monumentos de la vida cotidiana. Es evidente que la primera noticia es mucho más importante que la segunda, porque se trata de salvar vidas. Pero esto no convierte en irrelevante la segunda, porque la memoria es una parte esencial de la vida individual y comunitaria.

Todos morimos al fin, nuestra memoria personal se extingue, los recuerdos que de nosotros guardan quienes nos quieren se debilita conforme el tiempo va pasando hasta borrarse con el sucederse de las generaciones. Solo en las obras de arte, libros, músicas o películas que amamos sobrevive algo de todos nosotros, no únicamente porque susciten en otros corazones las emociones que el nuestro sintió, sino como preservadores de las vidas vividas por millones de seres anónimos que fueron salvaguardadas del olvido por quienes tuvieron el don de expresar, a través de su propia sensibilidad y experiencia, las de todos nosotros. Es lo que Joseph Conrad definió mejor que nadie y por eso cito con frecuencia: "El artista (…) se dirige al sentimiento del misterio que rodea nuestras vidas, a nuestro sentido de la piedad, de la belleza y del dolor, al sentimiento que nos vincula con toda la creación; y a la convicción sutil, pero invencible, de la solidaridad que une la soledad de innumerables corazones: a esa solidaridad en los sueños, en el placer, en la tristeza, en los anhelos, en las ilusiones, en la esperanza y el temor, que relaciona a cada hombre con su prójimo y mancomuna toda la humanidad, los muertos con los vivos, y los vivos con aquellos que aun han de nacer".

Una ciudad es también un vínculo creativo. Que cambia, lógicamente, pero debe procurar preservar los elementos esenciales -no solo los monumentales que tienen que ver con la Historia, sino los cotidianos que dan razón de la Vida- que permiten establecer esa mancomunidad entre el pasado, el presente y el futuro que convierte la ciudad en lo que los antiguos llamaban locus memoriae y los modernos lugares de la memoria.

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