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La tribuna

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Viejos maestros, nueva resistencia

LA última vez que estuve con José Luis Sampedro fue hace ya cuatro años; nos había invitado la Asociación Andaluza de Docentes de Economía en Secundaria (Aades), y dábamos una conferencia compartida en las II Jornadas de la Asociación. Él hablaba de la realidad en la economía, y yo trataba de explicar la complejidad financiera y las prácticas que habían provocado la crisis. Recordaba perfectamente momentos pasados y amigos, como al profesor Carlos Román del Río, prematuramente fallecido, con quien tenía una especial amistad de muchos años.

Como siempre, el profesor Sampedro era capaz, de una forma sencilla y con unos argumentos poderosos, de definir qué condiciones debe tener un sistema económico para que sea verdaderamente humano, hecho para las personas y no al revés: las personas, los trabajadores, al servicio de una ficción de la teoría económica. También podía rebatir con pocas palabras los planteamientos neoliberales del mercado, la supuesta libertad de elección, la espontaneidad de las soluciones a los problemas económicos y sociales que, una y otra vez, reaparecen como falsas respuestas lógicas a los problemas cotidianos. Y lo hacía simplemente mostrándonos la realidad, invitándonos a ver lo que ocurre en la calle, en el mundo, y sacar nuestras propias conclusiones.

José Luis Sampedro prologó la edición española de Indignaos, el pequeño libro de Stéphane Hessel, diplomático y activista, nacido en Alemania pero viviendo en Francia, que falleció hace unas semanas, con casi la misma edad que Sampedro. Estas personas, cumplidos ya los noventa años, todavía seguían, con una lucidez asombrosa, como agitadores de conciencias en un mundo donde eran necesarios, caminando sobre lo que pensaban, y haciendo compañeros de viaje a mucha gente.

En Indignaos, Hesse ampliaba una conferencia que dio en 2009 en una zona de los Alpes franceses donde la resistencia había tenido un papel destacado; con la referencia de esta oposición de unos pocos a un poder aparentemente imbatible, llamaba a la acción frente a la resignación ante los acontecimientos económicos y la "tiranía de los mercados financieros". El pequeño libro, del que se han vendido más de cuatro millones de ejemplares, son sólo unas reflexiones sobre la desigualdad, el deterioro del medioambiente y el problema de Palestina, pero el impacto del mismo se debe a la actitud de su autor más que al contenido, pues cualquiera puede poner bajo ese título otros capítulos con sus propias y personales indignaciones. "Vivimos en una sociedad cruel -dice Hesse-, lo sabemos. La lección que hay que sacar del drama del paro es que no podemos dejar que continúe así un sistema económico y financiero que no responde a las necesidades más elementales de mucha gente".

Ni Sampedro ni Hessel eran utópicos ni visionarios, sino que buscaban el progreso paso a paso, y durante mucho tiempo estuvieron comprometidos en tareas aparentemente rutinarias. Hessel fue en 1948 uno de los redactores de la Declaración de Derechos Humanos de Naciones Unidas, pero la mayor parte de su vida trabajó como diplomático resolviendo cuestiones cotidianas en países africanos o asiáticos. José Luis Sampedro pasó también años en la enseñanza de la estructura económica, e impulsando estudios de economía internacional desde el Banco Exterior de España. Hay sin embargo un elemento común de aventura e imaginación en ambos; Sampedro, ya mayor, se convierte en un novelista de éxito, y Hesse, de niño, es el protagonista involuntario de una feliz y peculiar situación sentimental llevada al cine por Francois Truffaut en una de sus películas más fascinantes: Jules y Jim.

Pero Sampedro y Hesse no son los únicos que unen profesión, cultura y visión. Hace poco fallecía, con 103 años, la bióloga, Premio Nobel de Medicina, Rita Levi-Montalcini, quien paralelamente a su trabajo científico, era una activista de la cultura y la educación. Para ella la capacidad de raciocinio y los principios morales son lo más importante en la evolución de la raza humana y el comportamiento, y la única forma de superar los problemas económicos, guerras, hambre, intolerancia, enfermedades, miseria, que son un reto para la inteligencia humana. Para una especialista en la evolución genética, no tenía sentido que la economía fuera un determinismo sujeto a unas pocas reglas. Es emocionante ver cómo estas personas se crecen con la vejez, y pese a los avatares de sus vidas nos ofrecen la alternativa del optimismo, la fe en el progreso de la persona humana.

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