AMANECE viernes y juega el Sevilla, que cosas más raras se han visto; entre ellas, la sentencia de Competición a Medel tras poner en cuarentena la versión arbitral. Qué le vamos a hacer, si el fútbol español está preñado de incongruencias, de insensateces y de decisiones a más no poder de sectarias. Hoy, que es más día de ir a ver al Señor a su casa de San Lorenzo, toca jugar en Vigo y allá se han ido Míchel y su tropa al aguardo de colisionar con un equipo que en el campo está siendo más de lo que suele significar un recién ascendido. El Celta tiene fútbol y no cabe levantar ante él el pie del acelerador, eso queda claro.

Con Medel en el campo o en la grada, Balaídos debe ser un peldaño más en esa escalada que lleva el equipo sevillista. Escalada que da mucho pie al optimismo de cara al futuro a corto y medio plazo, pues está argumentada por un fútbol de muchos quilates y que en la amplia pista de juego viguesa debe brillar con la misma luz de las citas más recientes. Va el Sevilla con el inconveniente de haber visto cómo lesiones y tarjetas destrozaron el centro de campo que ha diseñado Míchel, pero no deben ser estos problemas obstáculos que imposibiliten el caudal de fútbol que está sacando a relucir en este arranque liguero tan proclive a pensar en un futuro espléndido.

Balaídos, a pesar de la pujanza del Celta que tan bien conjuntó Paco Herrera, debería ser lugar idóneo para recobrar el paso que se truncó ante el Barça vía Mateu Lahoz. Balaídos, con sus dimensiones y sus pistas de atletismo, es uno de los campos de Primera donde la presión ambiental menos daña al visitante y eso hace que allí casi nunca haya quien le coja asco al partido, quien se sienta incómodo por todo lo exógeno que rodea al partido. Y es tan amplio, hay tantos espacios por donde hacerle la puñeta al rival... O sea que, a pesar de los daños colaterales que dejó la visita del Barça, la ocasión la pintan calva para que el Sevilla recobre su velocidad de crucero.