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josé Ramón / del Río

Vino de jerez

LEO en este periódico que en el año pasado las ventas del vino de jerez, en el mercado nacional y en las exportaciones, han seguido descendiendo. Y no se comprende -yo al menos-, cómo uno de los productos más destacados de nuestra tierra no recibe el aprecio que se merece. Quiero precisar que, cuando escribo vino de jerez me refiero a los que están amparados por la denominación de origen, no sólo a los vinos criados en las bodegas jerezanas, sino también en las del El Puerto de Santa María y la manzanilla de Sanlúcar. A los gaditanos jóvenes les gustará saber que en la capital había tres bodegas: Abarzuza, Gómez y Lacave, que pese a no estar situados geográficamente en el Marco, sus vinos podían usar la denominación de origen. La única bodega que tenía, como se decía entonces su escritorio en Cádiz, era la de Hijos de Agustín Blázquez, pero a diferencia de las citadas sus bodegas no estaban en Cádiz, sino en Jerez. De esas tres bodegas, Miguel M. Gómez se trasladaría a El Puerto, y las otras, después de venderse, dejarían de criar vinos. Yo he conocido la bodega de Lacave, situada en los terrenos que se rellenaron al mar en la Barriada de la Paz, y que conservaba la argolla donde se amarraban los barcos que se fletaban para llevar el coñac a Rusia.

El vino de Jerez, más apreciado por los ingleses que por los españoles, quizás porque Shakespeare escribió de él y que yo sepa no ha merecido la atención de ninguno de nuestros escritores, debía ser una fuente de riqueza. Su calidad es incuestionable y fruto de un proceso que requiere tiempo, inversiones en inmovilizado y sobre todo, cuidados. Como los niños, el vino necesita crianza. Dicen los gastrónomos que el mejor acompañamiento para otro producto excelso de nuestra tierra, como es el jamón serrano, es una copa de fino, aunque yo matizaría, que si no es verano, una copa de amontillado u oloroso. Sus críticos dicen que es caro y que tiene mucho alcohol. Lo primero es relativo porque lo bueno siempre lo es y lo segundo hace tiempo se demostró que en verano, después de la primera copa, las sucesivas pueden rebajarse con uno cubitos de hielo. El vino de Jerez es un conservante y los que lo han bebido con moderación y a diario, han cumplido muchos años.

La incursión en el negocio bodeguero -donde los Domecq, los González, los Osborne y los Terry, por citar sólo algunos, eran unos caballeros- de otros personajes, que ya han estado en la cárcel y que siguen haciendo méritos para volver, ha podido contribuir a un descenso de las ventas y sobre todo de prestigio para España y para Andalucía de un producto que es una obra de arte.

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