EFEMÍSTICAMENTE llamado Virus FIFA, al dicho virus no hay médico alguno que sepa combatirlo y una competiciones tan costeadas y rimbombantes como Liga, Premier, Calcio o Bundesliga no encuentran el antídoto adecuado para que el bichito que auspicia Blatter no siga haciendo daño. Y es que el puñetero virus no ceja, ya están los africanos, por si fuera poco, con el periodo clasificatorio para esa Copa África que en cada edición deja un buen montón de daños colaterales por estos mundos más septentrionales. ¿Y los americanos?, con esa macroliga que da los cuatro mundialistas y un posible quinto en repesca...

Tremenda la sangría que supone para los que mantienen económicamente el fútbol esos nutridos calendarios internacionales. Y como resulta que la noticia tiene forma de círculos concéntricos y la mayoría de los daños nos cogen lejanos, vayamos a lo más cercano. Por ejemplo, eso de que el goleador franquicia del Sevilla llegue derrengado a la cita sabatina con el Sporting o que en la otra acera se vea cómo uno de sus mejores futbolistas sólo está útil para su Chile del alma. Daños tremendos para los que mantienen el circo y sarcasmo grande que esos futbolistas nunca pongan de su parte para que los abusos de sus respectivas selecciones sean menos dañinos.

Se clama en vano, pues no se dará con la solución mientras los futbolistas no pongan de su parte. Como resulta que el dinero de su club está seguro y el de la selección no, pues ninguno traga en decirle no a su seleccionador. Saben que si no van llaman a otro y el peligro de perder esa soldada extra pasa de simple peligro a realidad, mientras que a la vuelta a casa el dinero sigue ahí, inamovible y sin mengua alguna. Los casos más actuales son los de Luis Fabiano y Mark González, pero es que a principios de año fueron Keita, Koné y Kanoute y no hace falta recordar que cuando Finidi se fue a la Copa África del 2000 empezó a gestarse el descenso del Betis. Jó con el virus.