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Virus y mentiras chinas

No es en absoluto casualidad que la pandemia proceda del último gran régimen comunista

Una amiga polaca, asombrada de la credulidad de los españoles frente a las artimañas y trapisondas del Gobierno, me decía que en su país los niños aprendían de sus padres que nunca, bajo ningún concepto, debían creer a un comunista "ni cuando decía la hora".

La incompatibilidad radical del comunismo con la verdad no procede sólo de la característica falta de escrúpulos y del maquiavelismo que ha dominado sus políticas sin excepción. Es algo más hondo que anida en su delirante antropología, en la idea que se hace del hombre y de las relaciones que éste establece con sus semejantes, con la sociedad, con el pasado, con sus propias creencias y valores. Esa antropología falsa, que es su esencia y de la que no puede desprenderse sin dejar de ser comunismo, sólo genera error tras error al aplicarse a cualquier acontecimiento histórico, a cualquier aspecto de la vida económica, social o personal. Por eso, la respuesta del socialismo real a cualquier situación sólo puede ser la mentira y la búsqueda desesperada de culpables externos. En eso se les van las energías y la vida mientras los problemas crecen y crecen... hasta el colapso final.

No es en absoluto casualidad que la pandemia que ha puesto de rodillas al mundo proceda del último gran régimen comunista, pragmático en lo económico, férreo en lo político. Lo que se va conociendo de la gestión china de la enfermedad, especialmente en sus primeros momentos, más aún en su origen, muestra que el ocultamiento, la mentira y la falta de transparencia fueron la respuesta aplicada desde principio a final por el Partido Comunista, sin importar los efectos que todo ello pudiera tener sobre su población y sobre los países a los que rápidamente China exportó la enfermedad. El embeleco, sostenido sobre unas cifras de víctimas que siempre despertaron sospecha, se desmorona a pesar de los grandes apoyos que la potencia política y económica china suscita y del seguidismo de la OMS. Pero si llega a poder demostrarse ese comportamiento desleal y criminoso, como es tan probable, la crisis daría un giro hacia la controversia legal de enorme importancia e ineludibles consecuencias. China, es decir, su Partido Comunista, nunca admitirá la menor responsabilidad, pero el resto del mundo tendrá mucho que decir y, no les quepa duda, algunos de los más poderosos lo dirán. De hecho, han empezado a decirlo ya, y el Gobierno Sánchez debiera prestar oídos y tomar nota si es que se lo permite la cadena comunista.

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