Dormimos con un ojo y vivimos sin vivir en sí mismo. Es lo que nos está tocando vivir, con telediarios que te encogen los adentros y gobernantes que tienen el mismo peligro que un majareta con dos pistolas. Cada día que amanece te tocas la ropa porque ves lo que ves y escuchas lo que escuchas para que tengas el mismo talante que un conejo cuando escucha que el hurón ronda la boca de su madriguera. ¿Quién iba a pensar que la vida nos guardaría esta especie de estrambote final, cómo imaginar que el Siglo XXI iba a traer en la bocamanga una plaga como de otro tiempo? Hablas con amigos que pasaron el coronavirus y te asustan contándote las secuelas que el bichito cabrón les ha dejado. Y es que ya hasta un simple resfriado es motivo para ponerse en lo peor mientras los abyectos mandarines siguen peleándose en su afán único de conservar la mamela.
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