La colmena

Magdalena Trillo

mtrillo@grupojoly.com

Vox en la red

El partido de Abascal está logrando lo que cualquier experto recomienda en el mundo digital: crear comunidad

Este artículo no es un artículo; es un experimento a pequeña escala. La hipótesis es tan simplista y sin matices como los mensajes que la comunidad de Santiago Abascal comparte en las redes: voy a hacer un análisis de los lectores medios de mis artículos en los últimos meses y comprobaré si hoy, simplemente por introducir la palabra "Vox", repuntan las visitas…

La razón es doble. Por un lado, Vox se ha convertido en el partido de moda, por sus espectaculares resultados del 2-D pero también por las expectativas con que afronta las municipales y las europeas de mayo. Porque su irrupción no tiene que ver (sólo) con la idea de acabar con el "cortijo socialista", los "enchufados" y la "corrupción" ni es consecuencia (sólo) del impacto de la inmigración en las costas andaluzas, de los "excesos" de las feministas y de los errores del Gobierno de Sánchez removiendo el franquismo y "vendiéndose" a los independentistas.

Su #EspañaViva va de identidad, de hartazgo y de rebeldía. De acabar con los tabúes sobre la nación, la patria y la banderas y de reacción a los "podemitas, bolivarianos y comunistas". Vídeos cortos y mensajes virales de buenos y malos con los que suman adhesiones cada día. Los datos sobre su exponencial presencia en Instagram, Youtube, Whatsapp o Telegram -se acaban de estrenar y ya tienen miles de adhesiones- nos revelan cómo han tomado el testigo del partido de Pablo Iglesias consiguiendo mucho más que números: han hecho comunidad. Funcionan como una secta. Y aquí subyace la segunda razón de su éxito. Digital y real.

En realidad, es justo lo que todos los expertos en Comunicación nos recomiendan a quienes, en aras de los nuevos tiempos de la globalización, de repente hemos visto cómo se ha transformado nuestro negocio y nos vemos obligados a competir por nuestro público en internet: unos buscamos lectores, otros persiguen clientes y otros, votos. Pero las reglas del juego son las mismas y el desafío también: conectar con las audiencias. Tan simple, y tan difícil, como que la gente no sólo te siga, sino que también te dé su número de móvil para que le envíes mensajes directos y que además los comparta. Que se conviertan en voluntarios de tu marca, en ese ejército activo que se multiplica y envalentona amparado en el confortable anonimato de la trastienda de la esfera pública. Justo allí donde atacarles llamándoles fachas o fascistas termina siendo un revulsivo, y por supuesto inútil. Nos puede gustar más o menos -nos debería preocupar-, pero seamos capaces de asumir sin lecturas de brocha gorda lo que hay detrás de los números: de los 12 escaños andaluces y de los que vendrán.

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