la esquina

José Aguilar

Vuelven los nacionales

LOS alcaldes recién elegidos se quejan, con razón en casi todos los casos, de la herencia que les han dejado sus antecesores. Bruscamente finiquitada la época de las vacas gordas, los ayuntamientos arrastran endeudamientos descomunales que, unidos a la inflación de las plantillas, les conducen camino de la quiebra. Tienen serias dificultades hasta para abonar las nóminas. De pagar a los proveedores, ni hablamos.

Casi todos estos flamantes regidores están dedicando sus energías y su tiempo a afrontar el desequilibrio financiero legado. Pero algunos disparan en otra dirección, con maniobras de distracción del interés ciudadano y operaciones de revanchismo histórico que rozan el disparate. Fíjense en el caso de la alcaldesa de Elche, Mercedes Alonso, que se ha empeñado en borrar por decreto todos los símbolos de las corporaciones progresistas que precedieron a la suya. Como si la historia ilicitana hubiese empezado con su llegada a la Alcaldía.

Una de las primeras medidas adoptadas por Alonso, del Partido Popular, ha sido cambiarle el nombre al jardín que a finales de los noventa se le dedicó a Dolores Ibárruri, Pasionaria, la antigua presidenta del Partido Comunista de España y diputada a las Cortes constituyentes de la democracia, elegidas en 1977. Ahora le han puesto Jardín de la República Argentina -lo de República no han podido eliminarlo- en base a una petición del colectivo argentino radicado en la localidad ilicitana. El busto que recordaba a esa figura histórica fue retirado. "Eso está destruido, no existe, es cosa del pasado", ha dicho el portavoz popular. Otra decisión ha sido rebautizar la Avenida del Ferrocarril como Avenida Vicente Quiles, uno de los últimos alcaldes franquistas de la ciudad, porque éste consiguió logros importantes, como el soterramiento de las vías del tren y el encauzamiento del río.

La alcaldesa accedió al cargo tras centrar su campaña electoral en el compromiso de gobernar para todos los ilicitanos. Pronto se ha descubierto que se refería a todos los nuestros (los suyos, quiero decir). Con su actuación le hace un flaco favor al Partido Popular, que es el suyo, que lleva desde su nacimiento trabajando para no ser identificado con la dictadura. Se trata de un ejercicio notable de contramemoria histórica: los alcaldes democráticos que mandaron en Elche durante treinta y dos años -supongo que con aciertos y errores, claro está- honraron el recuerdo de personajes que se opusieron a Franco y ella ha empezado sus cuatro años como regidora poniéndole una calle a alguien que designó Franco a dedo.

Es como si hubieran vuelto los nacionales y ahora los rojos tuvieran que esperar a darle la vuelta a la tortilla para cambiar otra vez el callejero. ¿No hay manera de que seamos un país normal?

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