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Quousque tamdem

Luis Chacón

luisgchaconmartin@gmail.com

"Yoístas"

No seré yo quien reparta carnés de liberal. Pero es innegable que tanta polisemia nos obliga a vivir entre contradicciones

Abundahoy quien se dice liberal y a quien creo que le va mejor el apelativo de yoísta. Lo reconocerán porque suele afirmar que el Estado es innecesario, considera los impuestos un robo, reniega de subvenciones y ayudas -salvo a sectores que le son simpáticos- y abomina de los servicios públicos. También, en un alarde de culto a la individualidad, propone, más que un estado mínimo, la vuelta al capitalismo salvaje del XIX, cuando no al paleolítico. De hecho, existe una corriente paleoliberal surgida en los EEUU y que da una vuelta de tuerca al anarcocapitalismo con un mensaje deliberadamente populista. El mismo que se proclama aquí desde ciertas posiciones situadas muy a la derecha del espectro político.

No seré yo quien reparta carnés de liberal. Pero es innegable que tanta polisemia en los términos nos obliga a vivir entre contradicciones. Confundir el liberalismo con el mero egoísmo es desconocer sus orígenes: la desaparición de siervos y súbditos y la defensa de la igualdad entre todos los ciudadanos. Además de la defensa del Estado de Derecho, donde prima la ley, aprobada en un parlamento elegido mediante sufragio universal, libre, directo y secreto por todos los ciudadanos. Es la misma ideología que definió el Estado moderno, la división de poderes y el respeto a un conjunto de libertades individuales, inalienables y sagradas.

Más de dos siglos después siguen resonando las hermosas palabras de Thomas Jefferson en la Declaración de Independencia de los EEUU: "Sostenemos como evidentes estas verdades: que los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre estos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad". Y, precisamente, esa búsqueda de la felicidad, que no se enunció como un derecho huero, sino como un desafío común, es lo que debe hacer al ciudadano partícipe y centro de la labor política. Porque la dignidad del ser humano está por encima de cualquier otra consideración. El liberalismo no puede ser egoísta porque el hombre es un ser social. Un ser incomprensible si renuncia a esa dimensión relacional de la que nace su mayor riqueza: una sociedad de hombres libres e iguales. Por ello, es labor de todos -a través del Estado- y objetivo del Gobierno, en sabias palabras de Lord Beverige: "En la paz y en la guerra, no la gloria de los gobernantes o de las razas, sino la felicidad del hombre común".

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