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Crónica personal

Pilar Cernuda

ZP no levanta cabeza

HA estado perdido en combate durante tres días. Que no eran tres días cualesquiera, nada menos que había decretado el estado de alarma en un país que nunca había vivido esa situación en la moderna democracia.

Ha estado perdido en combate, y cuando ha comparecido ante el Parlamento no ha estado a la altura de lo que se esperaba de él. El entusiasmo que le dedicaron los miembros de su grupo era manifiestamente mejorable, poco más que de cortesía, y cuando finalmente se enardecieron los ánimos porque Rajoy entraba en un terreno de insultos injustificables y, por tanto, había motivo para abuchear al líder de la oposición, resulta que Rajoy repetía las frases que años atrás había espetado Rubalcaba al entonces ministro de Fomento, Rafael Arias Salgado, en una situación infinitamente menos grave que la que han sufrido ahora centenares de miles de españoles. No se sabe bien qué es lo que pudo producir más daño al presidente, si ver a Rubalcaba en una situación incómoda o lo que dijo Rajoy a Zapatero: "Ha tenido que llegar usted al gobierno para que en España se aplique el estado de alarma ante un conflicto laboral". Para un gobernante socialista, el puyazo del líder de la oposición no pudo ser plato de buen gusto.

Sorprende que Zapatero no hubiera preparado una intervención más contundente, más sagaz. Su enumeración de leyes, decretos, artículos y apartados llegó a ser insufrible, lo que es chocante en un político que siempre se había movido en la tribuna de oradores sabiendo lo que se esperaba de él y con intervenciones que abordaban las cuestiones que se esperaba que abordase con claridad y contundencia. La contundencia estuvo en los portavoces de la oposición, que fueron unánimes en su descalificación y crítica a los controladores, pero también en la ineficacia de la gestión del conflicto. Con una pregunta reiterativa: ¿por qué se llegó a esa situación, cómo es posible que desde el mes de febrero el Gobierno no hubiera tomado las medidas adecuadas para desarrollar el famoso decreto que regulaba a los controladores, decreto para el que Zapatero contó con el respaldo de la mayoría de los grupos parlamentarios, incluido el PP?

Zapatero sigue en estado de noqueamiento, y el problema es que se prolonga ya excesivamente. No levanta cabeza, no aparece cuando debe aparecer ni responde como debe responder. Deja los asuntos más peliagudos en manos de Rubalcaba, y cuando se ve obligado a dar la cara no prepara suficientemente su comparecencia pública.

Se queja de la oposición, pero el PP merecería estar en los altares por su comedimiento; no hay más que comparar cómo actuaron los socialistas cuando gobernaba Aznar para darse cuenta de que Rajoy es pan bendito. ¿O nos olvidamos de la saña del PSOE con el Prestige?

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