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Hoja de ruta

Ignacio Martínez

Zapatero, líder de la noche

LA entrevista al presidente del Gobierno durante 47 minutos, la noche del lunes en TVE, fue el programa de televisión más visto del día. Lo que puede significar cosas buenas y malas para el interesado. Buena es que siga teniendo tirón para el público: casi cuatro millones de espectadores estuvieron pendientes de las palabras de Zapatero. La mala es que haya tanta inquietud, que el personal se asome masivamente a la pequeña pantalla para buscar algo de esperanza. Consciente de la necesidad de infundir seguridad y confianza al país, el presidente se esmeró en sus explicaciones. Tanto, que fue demasiado largo en todas las respuestas. Estuvo didáctico, humilde y cercano. También evasivo, difuso y previsible. Así que su actuación puede ser calificada de buena, mala y regular, según el ánimo y las simpatías de cada receptor. En mi opinión, las preguntas fueron más interesantes que las respuestas.

Cuando se le pidió que reconociera que tardó en detectar que venía una crisis y que tenía una enorme profundidad, la contestación fue más evasiva que humilde. Dijo que sí, pero que a casi todos los dirigentes mundiales les pasó lo mismo. Creo que ninguno presumió en septiembre de 2007 de que su país jugaba la Champions de la economía mundial y que era el que más partidos ganaba. Una imprudencia temeraria. Cuando Zapatero repite que nadie se podía imaginar una crisis así, me recuerda a Aznar cuando dice que tampoco nadie sabía que en Iraq no había armas de destrucción masiva. Bastaba que se hubiese dejado aconsejar por Mohamed el-Baradei, director de la Agencia Internacional de Energía Atómica. En fin, nuestros dirigentes suelen pecar de imprudentes en momentos decisivos. Es nuestro sino.

El lunes, el presidente evitó una respuesta directa y corta sobre dos preguntas precisas acerca de su fama de improvisador y su pérdida de credibilidad. Y lanzó una cortina de humo, por no decir un embuste de categoría, cuando dijo que no está entre sus previsiones cambiar el Gobierno. Aunque en este caso hay que disculparle de antemano: ¿cómo va a seguir gobernando estos meses si reconoce que va a cambiar a los ministros tras la presidencia europea? No dijo nada nuevo, en absoluto, pero estuvo más convincente cuando se refirió a temas sociales, que cuando se adentró por las 137 medidas contra la-crisis-más-grave-en-80-años.

Alguna respuesta fue de Perogrullo: por ejemplo que saldremos de esto cuando en vez de un crecimiento negativo del PIB, lo tengamos positivo y en vez de destruir empleo, nuestra economía cree puestos de trabajo. Sostuvo el presidente que se siente con fuerzas para sacar al país del atolladero y que España tiene buenos cimientos, en patentes, en innovación o en internacionalización. Cuesta creerlo. Si ambas cosas fuesen ciertas, no estaríamos donde estamos.

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