CUANDO todo está inventado, llega Tony Zenet y la clava. El disco se llama Mares de la China, y es de ese tipo de trabajos que se te incrustan en la memoria para siempre. Zenet es malagueño. Y no es tópico recordar que hay mucho arte en Málaga. Zenet es un malagueño pasado por varias turmix. Un señor viajero y mestizo al que conocimos gracias a una serie de television llamada El joven Picasso. Prometía. Tenía rasgos y facciones muy poderosos. Hizo algunas cosas más, pero finalmente, ha recalado en la música. Por la puerta grande.

El pasado verano, muchos lo recordarán, Angeles González-Sinde estrenaba Una palabra tuya. Pues bien, en los créditos finales, cuando las historias de Esperanza Pedreño y Malena Alterio eran solo un recuerdo, irrumpía en la sala una melodía arrebatadora. Entre tu balcón y mi ventana. Ahí estaba Zenet. Ahí estaba el arte puro.

Dicen que la opera es el espectáculo por excelencia. No lo negaré por prudencia. Pero a mí un Entre tu balcón y mi ventana o cualquiera de los otros temas que integran ese Los mares de la China son capaces de transportarme a mundos mucho más lejanos, mucho más profundos, que todos los Wagner, que todos los Verdi.

Tiene mucho bueno este Zenet. Un Ná de ná que parte del Rien de rien para convertirlo en un himno canalla. Muchas descripciones del amor que, seguro, harían las delicias de Angel González, como las de esos besos que aportan las sustancias que no está en la química de las farmacias.

Tan bueno en lo musical como la mejor Martirio versionada por Chano Domínguez, pero con alegría, con mucha alegría y no poco mestizaje. Todo un placer el que, inesperadamente, nos brinda este Joven Picasso, veinte años después. Ojalá nuestras teles se acuerden de él. Hay vida más allá de Pitingo.

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