APARTE de sacar adelante los Presupuestos -con factura: 125 millones de euros para inversiones en el País Vasco y Canarias-, el Gobierno va a salir victorioso también en una batalla, la del aborto, en la que nadie daba un duro por él. Un respiro en medio del agobio creciente de la crisis y la derrota puntual en las elecciones europeas. Las querellas internas del PP también siguen dándole aire.

La reforma de la ley del aborto tenía todas las papeletas para volverse contra el Gobierno que la promovía: viene a romper cierto consenso social y político sobre la norma vigente, supone un salto cualitativo notable en el tratamiento del aborto (pasa de ser un mal que sólo se acepta despenalizar en tres supuestos graves a constituirse en derecho de la mujer únicamente sometido a plazos) y contiene aspectos que desafían la conciencia colectiva de una sociedad que empieza a estar muy sensibilizada por su estrepitoso fallo en la educación juvenil (el aborto de muchachas de 16 y 17 años sin información a los padres), como han denunciado numerosos socialistas de la variedad veteranos y serios.

Va a ser que no. La ley de plazos va a superar el debate de las enmiendas a la totalidad y entrará en vigor conservando su esencia, aunque depurada de gangas innecesarias y conflictivas, como la citada sustracción a la familia de la adolescente de cualquier información sobre su deseo de interrumpir el embarazo, y aun sobre la interrupción misma (esto se arreglará con enmiendas parciales, seguro). España se homologará así con la mayoría de las naciones de su entorno, donde la legislación del aborto a base de plazos es la norma y no ha dado lugar a los encendidos debates de aquí, tal vez porque la separación entre el poder civil y las creencias religiosas es un hábito largamente establecido.

El Gobierno le ha dado la vuelta a su riesgo de aislamiento. Es el PP el que va a quedarse casi solo con su enmienda de totalidad, que solamente apoyarán ocho de los diez diputados nacionalistas de CiU y dos del grupo mixto. Mientras, el PSOE sumará a los suyos los ya prometidos y cantados de IU, Esquerra, Bloque gallego y otros mixtos... más los seis del Partido Nacionalista Vasco, que acaba de romper su tradición de partido confesional católico: no dejarán libertad de voto a sus diputados, sino que apoyarán el proyecto del Gobierno. Total, 185 votos contra las enmiendas a la totalidad de la ley del aborto, nueve más de los que le hacen falta a los socialistas para tumbarlas.

Al final, es el PP quien se aísla de la mayoría parlamentaria y se alinea con la Iglesia en su consideración del aborto como el asesinato de un inocente que no puede defenderse. Una parte de la opinión pública piensa lo mismo, pero esta batalla la va a ganar Zapateo.

Tags

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios