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RELOJ DE SOL

Joaquín Pérez-Azaústre

El 14 de abril

EL 14 de abril no es una fecha, es una anunciación. El 14 de abril es una anunciación del pasado que resta por venir, un futuro extinto y un orgullo patrio. En España no hay orgullo patrio fuera del deporte y de sus méritos, y no hay nada más español en la pura conciencia colectiva que la efeméride épica, partiendo desde la plata de Los Ángeles hasta llegar al oro reciente de la selección de baloncesto y a todo lo que haga Pau Gasol, pasando, por supuesto, por ese gran ciclón que es Rafa Nadal y por lo que significó Indurain. España, como concepto, está desestructurado porque no tiene osamenta que lo ubique y no hay asunto crucial que se haga unánime, que pueda así entroncarla al margen del ramaje disidente, empezando por la política unificadora de Isabel y Fernando y terminando en la propia Transición. La dificultad de dotar de letra al himno nacional radicó en esto esencialmente: en que no hay un himno nacional fuera de las gestas deportivas, y no es posible una letra que hable de los goles de Raúl, porque tampoco en esto habría consenso y porque un himno, como la piel cosida de un país, necesita una médula continua fluida de lo histórico, que sea conciencia cierta.

En España, el 14 de abril podría ser de una vez conciencia cierta si no se hiciera con él bandería política. Es evidente que la República fue una conquista ciudadana y que el 14 de abril fue un día de luz y un día de rosas de un sueño que murió demasiado pronto, y en esa realidad de logro múltiple, en la pureza ética de su voluntad primera, radica la belleza poética de su definitiva perdición. A la República la hundieron unos cuantos generales golpistas que no fueron leales a su juramento primigenio en defensa del Gobierno legítimamente constituido, pero también la revolución anarcosindicalista que tuvo lugar dentro de sí misma, y en contra de sí misma y de ese orden legal, además de la algarada callejera y de la administración comunista paralela que no recibía órdenes del Gobierno de la República, sino directamente de Moscú. Ahora sale un libro sobre el general Escobar, el general católico que luchara en la República porque en todo momento se ciñó a su juramento como guardia civil: sin embargo, a lo largo de toda la campaña luchó contra los militares sublevados y, al tiempo, contra los revolucionarios comunistas que querían vaciar de poder a la República. Con el tiempo, quizá, el 14 de abril podrá ser asumido como lo que fue: un momento de brillo, una promesa, rodeada por un campo de minas, que puede dirigirnos a mañana, ser esa anunciación de un orgullo patrio que todavía no ha llegado, pero nunca una fecha en manos solamente de unos pocos.

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