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Desde mi córner

Luis Carlos Peris

El adiós a Íker entra en lo indecente

INDUDABLEMENTE, la ceremonia del adiós de Íker Casillas al Real Madrid entra de lleno en el terreno de lo indecente. Si este futbolista se va de su club de toda la vida de esta manera, qué vamos a esperar de este fútbol nuestro que se desangra de afectos, que se desnuda de sentimientos y que se agarra a la inmediatez más desoladora y a un materialismo que te mete de lleno en el desarraigo que supone no saber si somos de los nuestros.

Me llena de desasosiego la forma en que una figura del fútbol tan incuestionable como Íker ha de abandonar su casa. Y me llena de indignación la campaña insidiosa y rica en filtraciones espurias que ha desencadenado este estado de cosas. De ídolo principalísimo a un calvario en las tardes y las noches de un estadio torticeramente manipulado. El punto de inflexión lo provocó un entrenador que no dejaba de ver fantasmas y que colocó a Íker en el punto de mira.

Pero es que en el corazón de esta campaña se encuentra uno con perlas como la de tildarle de pesetero por el mero hecho de querer cobrar lo estipulado. Tiene gracia el altruismo impostado de esos aficionados que no saben qué contestar cuando se les pregunta qué harían ellos en el caso de Íker. Decididamente, es una vergüenza que un símbolo sea arrojado de esta manera entre el coro de una grada manipulada que pasó de echarle flores a lanzarle epítetos sin motivo.

Dicen que para hoy tiene el Real Madrid preparado un acto de despedida sin precedentes. Seguro que lo hace para que no le recuerden los adioses de Vicente del Bosque, de Fernando Hierro y de Raúl González Blanco. Seguro que esto sale más por un problema de mala conciencia que por la convicción de que es lo que se merece Íker. Aunque lo cierto es que lo que verdaderamente merecía el más internacional de nuestros futbolistas es haberse retirado en su casa de siempre.

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