Alto y claro
José Antonio Carrizosa
Bárbara, el Rey, Jekyll y Hyde
El estrépito bullicioso del verano apenas sofoca el silencio estruendoso de la política. Un silencio que no es precisamente respetuoso con el descanso ajeno, sino deliberado y deudor del interés propio. No hablan de lo que no quieren hablar. Callan para no dar las explicaciones que deben.
Silencio sobre la nueva bufonada de Puigdemont. Ni una palabra oficial de condena para el poco honorable ex president en fuga, como si hubiera protagonizado un simple acto democrático de protesta y no una burla más al Estado. Ni una sincera petición de perdón de los mandos de los Mossos y de sus jefes incapaces de cumplir la orden judicial de busca y captura del prófugo reincidente. Ni una explicación convincente del ministro del Interior sobre la falta de vigilancia en la frontera tras conocerse que Puigdemont iba a volver (eso de que ofreció ayuda a la policía autonómica y ésta la rechazó no es convincente: el control de fronteras es competencia desde siempre de Interior). Ni un razonamiento de la ministra de Defensa sobre los motivos para que el Centro Nacional de Inteligencia, tras su descabezamiento por la Operación Pegasus, abandonase las actividades independentistas como uno de sus objetivos a controlar. Ambos ministros, la de Defensa y el de Interior, fueron reputados jueces en otro tiempo, sabedores de que la ley democrática está por encima de todo. Ahora no. Ahora hacen la vista gorda ante una orden de detención del Tribunal Supremo por conveniencia política: no interesaba meter a Puigdemont entre rejas ni un rato.
Silencio estentóreo acerca del pacto firmado en ausencia de Salvador Illa para hacer presidente de la Generalitat a... Salvador Illa. Ni el presidente del Gobierno ni la vicepresidenta y ministra de Hacienda, máximos y ardientes enemigos de la soberanía fiscal y el concierto catalán, han salido a defender el concierto y la soberanía que han concedido a Cataluña. Sólo ha dicho que será solidario y beneficiará a todas las comunidades autónomas. La cuadratura del círculo. Que una medida insolidaria en beneficio de un territorio rico favorezca a la vez a los pobres. No dicen ni mu. No toca.
Silencio sepulcral de Zapatero, el mediador estelar en la crisis de Venezuela, que sigue trabajando en la sombra, sin querer ver lo que los Lula, Boric y Petro, tan de izquierdas como él, la UE y hasta la ONU: que su compadre Nicolás Maduro ha dado un gigantesco pucherazo. Propio de una tiranía.
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