La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¿Dónde está el límite de la vergüenza?
A veces demasiadas cosas se parecen al quitarse de fumar. Aparecen excusas, fechas a medio plazo, circunstancias varias que lo demoran, promesas que no se cumplen y lo improrrogable, que es cuando llega la sequía, digo el cáncer. En lo del agua no sé exactamente en donde estamos. Ahora mismo me imagino que en una pausa, porque ha llovido de verdad, a mares. Tengo amigos en Ubrique y Villaluenga del Rosario que suelen informarme del agua, me mandan vídeos que ejercen sobre mí un efecto benéfico. Los manantiales rebosantes, cuando revienta Ubrique el alto, la canalización del río hacia Los Hurones los días que baja rápido atravesando el pueblo de norte a sur, el agua chorreando por las montañas de la sierra… Mis buenos amigos de Jaén también me dicen de Cazorla y Sierra Mágina, de los pantanos que crecen, de lo buena que esta lluvia es para los olivos. El agua es mi preocupación, desde niño. Y en aquellos lejanos años no había esto de ahora, pervivían los grifos públicos y las otras estampas del subdesarrollo. Sin embargo, como quitarse de fumar. Es una adicción terrible. Como la incuria y la impunidad. Qué trabajo cuesta. Es algo bíblico. Sacamos las imágenes devocionales suplicando la lluvia pero no hacemos lo necesario para que resulte lo conveniente, cuando la lluvia llega. Como disponer de los fondos y los proyectos que luchen contra los efectos de la sequía, el asegurar el agua, mejorar su calidad. Estoy convencido de que hay en España un plantel de competentes ingenieros para el desarrollo de planes hidrológicos que luchen esforzadamente por la mejor administración del agua, el cuidado del agua, la mejora de su calidad. O sea, ignoro lo que lloverá de aquí al verano. Ojalá que vuelvan las borrascas, los vientos y las nubes bien negras pero nadie podría demostrarlo a medio tiempo. O sea, que el regalo de agua de estos días podría muy bien ser la primera experimentación de lo que se debía trasvasar, intercomunicar y preservar. Una señora vicepresidenta quiere cerrar la Venta de Vargas por la noche, prohibir el cante, pero no nos dice nada del agua, de la conexión imprescindible de la España húmeda con la España seca. Ni las deficiencias de la red de aguas, que esa es otra. O de lo que habría ocurrido en el área de Barcelona si el dinero “invertido” en el procés se hubiera destinado al agua, que cada tiempo llega la guadaña de la sequía a nuestro ánimo.
(Ayer tuve un miedo absoluto. María y Pablo estaban en Madrid. Papá, estamos bien. Pude respirar un poco. Ayer hizo 20 años. España fue una familia como yo.)
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